10 de enero de 2008

Fao y Clem (Capitulo 12c ó 14)

Mode:.:Full Energy:.
Escuchando:.:Hammerfall - At the end of the rainbow:.

Hola otra vez, gente!! Espero que les haya gustado el capitulo anterior. si les gustó, con éste de seguro quedan perplejos pues, a mi gusto, está más entretenido todavía que el anterior... ^^

Las imágenes de éste capitulo todavía, al igual que las del anterior, tengo que esperar a que alguien me las haga, pues también quiero escenas muy específicas. por mientras, coloco sólo esa imagen, la cual es, nuevamente, cortesía de Lineage 2.

Bueno, no doy más la lata... sigue leyendo el capítulo 12.

Enjoy ^^

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Clem subió a Fao sobre el caballo, pero, cuando se disponía a montar para comenzar su escape, el animal se asustó al ver la ola de esbirros que se acercaba a gran velocidad por la avenida, dando comienzo a su desenfrenada carrera colina abajo, dejando al chico atrás. Clem saltó sobre las ancas del caballo lo más rápido que le permitieron sus reflejos.

Fao!! Toma las riendas!! –Gritó Clem, mientras luchaba por no caer del animal.

Fao hizo caso a lo que le dijo el muchacho.

Sujétate Clem!! –Gritó Fao mientras daba una sacudida a las riendas. El joven le hizo caso y la abrazó por el torso.

No podían darse el lujo de perder un solo momento. La estampida de soldados y criaturas horrendas iba a no más de diez pasos detrás y avanzaban más rápido que ellos.

Bhorad cabalgaba delante de ellos con Rot inconsciente, mientras la masa de soldados y ladrones, ya bien equipados con arcos, armaduras, espadas, escudos y alabardas, comenzaban a armar un muro de picas y escudos, el cual parecía impenetrable. Solo dejaban libre un espacio en la formación lo suficientemente ancho como para que entraran los caballos, y en esa dirección orientaron Fao y Bhorad el galope.

Clem miró hacia atrás y lo que vio fue aterrador. Los seguía una horda enorme de soldados con armaduras oscuras. Los primeros iban montados en extrañas y horrendas criaturas, las cuales parecían ser una mezcla entre araña y lagarto, seguidos por unas criaturas con forma humana, pero con cuatro piernas y algunos tenían, en lugar de brazos; espadas, hachas y mazos. Sus cabezas estaban cubiertas por mascaras de hierro, madera o tela. Sobre la avalancha de guerreros volaban, algunos ya precipitándose en dirección a los caballos, docenas de esperpentos voladores, los cuales tenían alas negras parecidas a las de las libélulas, con un cuerpo alargado y brillante como el de las serpientes, el que terminaba en la cola con un aguijón como el de los escorpiones. Su cabeza era la de un pájaro, pero sin plumas, como la de los buitres. Detrás de todo el ejército que logró entrar al pueblo, arrasando con todo lo que se le ponía al frente, iba la peor pesadilla de cualquier soldado de Aigus; un dragón, de colores café, rojo y negro.

Clem jamás había visto un dragón y jamás imaginó que ver uno en vivo fuera tan aterrador. Había oído de su poder en historias que contaban los ancianos y conocía su apariencia gracias a un libro de criaturas peligrosas que había en la biblioteca de Ciudad de Carmesí, pero ver la escena de un dragón avanzando y destruyendo todo a su paso era algo que no olvidaría en años.

Los gritos de las personas, sobre todo de los niños y de las mujeres mientras morían, y el estruendo de las casas cayendo, era una pesadilla aterradora para Fao y música para los oídos de las criaturas de Dráerus.

Cuando Clem se logró reponer de la impresión, se percató de que, por fuera del muro, los guerreros enemigos comenzaban a escalar el Muro de Fulgor. Era como si una esfera de cristal fuera tapada lentamente por una manta oscura.

Apura Fao!! Nos alcanzan!!! –Gritó Clem con desesperación y Fao volvió a agitar las riendas. Si los alcanzaba a tocar un solo golpe de uno de los guerreros, los cuales estaban ya a sólo un caballo de distancia, estaban acabados.

Cuando Clem miró nuevamente hacia delante, Rot y Bhorad ya habían entrado a la formación de soldados y a ellos les faltaban tan solo algunos trancos de galope para estar a salvo. Era, hasta ahora, el momento más tenso que Clem había vivido.

Cuando cruzaron la primera línea de soldados, Fao soltó el aliento y volvió a respirar. El estruendo del choque de metales que se escuchó a sus espaldas, era mucho más fuerte que el que habían presenciado hacía algunos momentos, al comienzo de la lucha de ladrones contra guardias reales. Las hileras de soldados se abrían para que pasaran los jóvenes en medio de suplicas.

“Ayúdanos por favor!!”, “Tú eres poderosa… destruidlos por favor!!”, “te lo rogamos, ser alado!! AYÚDANOS!!”…

Fao sentía impotencia. De tener los espíritus suficientes, podría fácilmente acabar con todas esas cosas, pues se había percatado de que no podía sentir sus presencias, lo que significaba que no eran seres vivos y que, por lo tanto, destruir ese ejército era como romper un trozo de madera vieja. No acabaría con la vida de nadie, pero no se le ocurría como reunir tantos espíritus como para acabar un ejército de ese tamaño.

Delante de ellos, Bhorad se bajaba del lomo de cuescos y tomaba en brazos a Rot dirigiéndose hacia la tienda más grande que había. Detrás de ellos, la cruel batalla acababa de comenzar.

Vamos, síganme… –Les dijo Bhorad mientras caminaba a paso veloz entre la multitud. Clem y Fao bajaron también del caballo y siguieron a Bhorad, mientras los soldados que se encontraban ahí abrían paso con expresiones de incertidumbre y, algunos, de miedo.

Cale, necesito hablar con el general Thalos. –Dijo Bhorad a uno de los guardias que se encontraba en la entrada de la tienda, tapando la pasada con su alabarda cruzada con la de otro guardia de estatura similar.

Los traidores no tienen nada qué hablar con el general, Bhorad. –Respondió el guardián sin mover su arma. –Si quieres mi consejo de amigo, toma a tus amigos y llévatelos de acá, pues si no los mata Dráerus, los mataremos nosotros… y a ti también.

Vamos Cale, tu conoces las reglas. Si ataca Dráerus, cualquier hombre es indispensable. –Respondió Bhorad, mientras Rot lanzaba un quejido y apretaba los ojos.

Soldados, EN GUARDIA!! –Gritó Cale, mientras los soldados que se encontraban alrededor de los cuatro perseguidos hacían caso a la orden, apuntándolos con espadas y lanzas. –No lo voy a repetir, Bhorad.

Clem empuñó su espada y se puso en guardia también, dando la espalda a Bhorad, mientras Fao levantaba las manos en señal de rendición.

Bhorad tiene razón… –Dijo una voz desde dentro de la tienda. –Cuando Dráerus ataca, todo hombre, incluso un asqueroso traidor, tiene el derecho, o mejor dicho, ¡el deber! de luchar. Bajen sus armas.

Los soldados hicieron caso a la nueva orden. Todos menos Cale.

No me has oído? He dicho “bajen sus armas”… –Dijo calmada la voz extraña, al tiempo que la punta de la alabarda de Cale se apoyaba por sí sola en el suelo, sin que el guardia pudiera sostener su peso.

General Thalos, queremos luchar junto a ustedes contra Dráerus. –Dijo Bhorad sorprendiendo a Clem y a Fao. No podían creer que Bhorad pusiera en riesgo sus vidas sin siquiera consultarles.

Lo hablaremos con calma. –Dijo tranquilamente la voz desde la tienda. –Pasen.

A unos trescientos pasos de donde estaban ellos, se libraba la batalla, la cual no avanzaba en ninguna dirección, lo que significaba que, por el momento, las fuerzas estaban parejas.

Déjennos a solas! –Ordenó Thalos con voz imponente apenas entraron los cuatro jóvenes. Al momento, un mar de gente salió de la tienda, impidiendo que Clem pudiera ver el fondo de la misma.

Cuando acabó de salir la comitiva, Clem y Fao pudieron recién apreciar la enorme y lujosa tienda. Las paredes de tela eran de un color burdeo y con bordados dorados, los cuales daban forma a un mosaico de escudos de la guardia real. Una gruesa y pesada alfombra cubría el suelo y no dejaba ver un solo ápice de pasto o piedra. Al final de la tienda, había una mesa ovalada con un mapa sobre ésta, en el cual se veían fichas de colores rojo y negro. Clem supo de inmediato que era el mapa de estrategia sobre el cual se planificaba la batalla. Al final de la mesa, mirando hacia ellos, había un hombre de armadura blanca, cabello rubio y largo, igual al de Fao, un poco más alto que Bhorad y de tez clara. Desde dentro del cuello de su armadura, salía una placa metálica que le subía por el cuello y le tapaba la mitad de la cara, reemplazándole el ojo izquierdo por un rubí perfectamente liso. Bhorad jamás llegó a saber si ese ojo de piedra realmente tenía la capacidad de ver, aunque muy dentro de sí lo intuía. El hombre representaba la misma edad de Bhorad, unos treinta inviernos de dura vida.

El General Thalos se caracterizaba por lo poderes que había adquirido al ser su cuerpo reparado por un maestro alquimista, luego de la guerra contra Dráerus hacía ya varios años, la misma guerra en la que cayó Thane, el hermano mayor de Clem.

El General Thalos, que se encontraba con los codos apoyados sobre el mapa y sujetando su frente con los pulgares, se levantó de su silla y quedó al descubierto la consistente arma que colgaba de su cintura, cuya empuñadura de madera ostentaba orgullosamente el símbolo de la Guardia Real grabado en oro, a la cual seguía una resistente cadena terminada en una maciza masa de hierro rodeada de prominentes púas.

Deja al chiquillo a un lado, Bhorad. –Dijo mientras se acercaba a paso lento. –Los curanderos se ocuparán de él. Ya hablaremos sobre su destino y sentencia.

Bhorad dejó a Rot en el suelo, quien al momento se desvaneció en el aire. Luego de esto, el ex guardia volvió al lugar donde estaba sin hacer pregunta alguna, al tiempo que el General frenaba a una distancia bastante corta de Bhorad.

Curiosamente para Clem, los sonidos de la feroz batalla que se libraba afuera de la tienda, ya no se escuchaban en lo absoluto. Solo se escuchaban los pesados pasos de las grevas metálicas del general.

Thalos, necesito tu ayuda… –Dijo Bhorad con un toque de nerviosismo en la voz. –Estamos disp…

Bhorad no había terminado de hablar, cuando el hombre de la armadura golpeó de tal manera y con tal fuerza la cara del ex guardia, que éste se precipitó abruptamente al suelo, quedándose ahí por un momento. Clem y Fao retrocedieron un paso y se prepararon para correr, temiendo que ellos fueran los siguientes.

Dime Bhorad… Es que acaso eres estúpido!!?? –Gritó el imponente general al maltrecho Bhorad, quien comenzaba a ponerse de pie. –Ayudaste a un ser alado, engañaste a la guardia real, escapaste de prisión, te negaste a ayudar a ese cazador Casiél… Debería matarte ahora mismo, sabías!!??

Bhorad logró al fin colocarse nuevamente en pie, mientras un hilo de sangre salía del costado de su boca y le corría hasta el mentón. Bhorad se limpió la sangre con el dorso de su mano y lanzó un escupo rojo sobre la enorme alfombra.

Te di la oportunidad de escapar, sólo para que cumplieras la promesa que le hicimos a Thane antes de morir… y para salvarte el pellejo!!. –Continuó gritando Thalos. –Y que es lo que haces?? TRAES A SU TRAIDOR HERMANO Y AL ASQUEROSO SER ALADO AL MEDIO DE MIS TROPAS!!!!!...

Dicho esto acertó otro golpe, igual de potente, sobre la cara de Bhorad, quien esta vez se logró equilibrar justo antes de caer nuevamente al suelo.

Clem no sabía qué hacer ni qué decir. Estaba completamente descolocado y no acababa de entender lo que estaba ocurriendo. Fao simplemente se escondía detrás de Clem y miraba, con miedo, sobre el hombro del joven.

Thalos se acercó nuevamente a Bhorad. Clem y Fao apretaron sus parpados, esperando oír otro golpe en la cara de Bhorad, pero éste tardó mucho y, cuando volvieron a abrir los ojos, Thalos estaba abrazando fuertemente a Bhorad.

Pero estoy contento de que lograras sobrevivir, Bhorad… –Dijo el caballero de la armadura blanca, ya con voz más calmada. –No podría haber vivido con la culpa de haber dado la orden que mató a mi amigo.

Bhorad estaba todavía algo aturdido por los golpes. Luego de soltar a su amigo, el General Thalos se dirigió nuevamente a la mesa, haciendo caso omiso de Fao y de Clem.

Tengo un plan, Thalos… –Dijo Bhorad escupiendo nuevamente sangre sobre la alfombra. –Te aseguro que…

Sé cual es tu plan, Bhorad… Los supe desde que te vi entrar con el ser alado. –Interrumpió el general, mientras miraba el mapa estratégico con la cabeza gacha. –El problema es que tengo órdenes directas del Rey, las cuales son detener al ser alado y dar muerte al traidor que va con él. Y teniendo a ambos en este momento en mi tienda, no tengo excusa alguna para que salgan vivos de aquí.

Pero Thalos, Fao nos puede… –Intentó explicar Bhorad acercándose a la mesa, antes de ser interrumpido nuevamente por el General.

Ya dije que sé cual es tu plan, Bhorad!!… –Exclamó molesto Thalos, mientras se volteaba. –Y creo que es nuestra única escapatoria… -Explicó mientras apuntaba un montón de fichas rojas puestas a un lado del mapa. –La mitad de mis soldados fueron muertos por el ataque sorpresa de la Ciudad de las Mentiras, y los ladrones que quedan no son más que debiluchos e inútiles… No me queda otra escapatoria más que pedirle ayuda al ser alado... –Dijo mientras se acercaba lentamente hacia Fao, quien asomaba sólo la mitad de su cara desde detrás del hombro de Clem.

Sé de lo que eres capaz, ser alado. –Decía Thalos sin despegar la mirada de los ojos de Fao. –Fui testigo de la masacre provocada por dos de los tuyos en este mismo lugar y sé, por mi propia experiencia, por qué la gente llama a este lugar “Las montañas rojas”. Sé el poder que tiene un sólo ser alado y sé también, que puedes acabar en solo un instante con todo el ejercito de Dráerus.

Al llegar Thalos a dos pasos de distancia de Clem, ambos empuñaron a la vez sus armas. Pero, a diferencia de Clem, quien se puso en guardia de lucha, Thalos dio un paso más, dejó su masa a un costado y colocó su rodilla izquierda en el suelo, para luego agachar la cabeza.

Te lo suplico ser alado… –Rogó el general a Fao, mientras miraba el suelo. –Salva a mis hombres y tú, junto con los tuyos, podrán seguir su camino con tantas provisiones como puedan cargar.

Fao salió de detrás de Clem pasando por su lado, mientras bajaba suavemente la guardia del chico con una de sus manos.

No es necesario eso, Clem. –Dijo Fao acercándose a Thalos. Cuando llegó frente al humillado general, la chica lo tomó de los hombros y se arrodilló frente a él.

Eso tampoco es necesario, Señor… –Dijo Fao con voz dulce. –Si pudiese haber hecho algo antes, tenga por seguro que no hubiera dudado un solo instante… Por desgracia, los seres alados necesitamos algo que llamamos espíritus, que es algo así como lo que los alquimistas le llaman “energía vital”…

Fao!!!!!!! –Gritó Clem de un momento a otro. Una la risa nerviosa lo comenzaba a embargar. –El Condensador de Flujo de Energía Vital que había en la casa de Trádirus!!! –Dijo acercándose a la chica y ayudándole a levantarse. –Tú me dijiste que jamás habías visto tantos espíritus reunidos en un solo lugar!!

Fao se levantó, mientras el general Thalos la miraba fijamente a la cara aún arrodillado.

Clem, eres un genio!! –Gritó Fao abalanzándose sobre el joven y abrazándolo. –Con esa cantidad de espíritus podría acabar fácilmente con todas esas cosas!!!

Alguien podría explicarme qué está pasando? –Dijo Bhorad, sin terminar de comprender el poder de un ser alado.

Tenemos un plan para acabar con los monstruos que nos atacaron… –Explicó Fao mientras soltaba al sonrojado Clem.

No entiendo… –Insistió Bhorad, mientras se acercaba a ellos.

Ya lo verá señor Bhorad, salvaré a las personas que hay aquí en un cerrar y abrir de ojos, pero necesitaré de vuestra ayuda… –Dijo Fao mientras tomaba al General de un hombro.

El general se puso de pie de inmediato y se dirigió hacia la mesa con el mapa de estrategia, el cual había cambiado por sí solo. Los otros tres lo siguieron y se colocaron al rededor de la mesa ovalada.

Creo que sé a lo que te refieres… –Dijo Thalos apuntando con el dedo a la mesa en la que estaban el mapa con las fichas. –Estos somos nosotros… –Dijo el General tocando con el índice un cubo de madera con un escudo de la Guardia Real en la cara superior, el cual estaba rodeado por fichas negras. –Como pueden ver, mientras conversábamos, el enemigo nos ha rodeado. Nos hemos salvado, hasta ahora, porque esta no es una carpa corriente, pues la protege un poderosísimo hechizo.

Se dirigió hacia una de las paredes de la carpa y abrió una cortina, la cual separaba la habitación donde estaban de otra, la que contenía todo tipo de armaduras, espadas, dagas, arcos y cuanto arsenal de guerra pudieran imaginar.

El problema es que, una vez fuera de ésta, estaremos en medio de las tropas enemigas, valiéndonos sólo de nuestras habilidades, por lo que deberemos ser muy cautelosos. –Explicó Thalos a los tres. –Lo mismo de siempre, Bhorad? –Preguntó mientras alcanzaba una armadura ligera y una espada delgada.

Aceptaré la armadura… –Respondió Bhorad. –Pero ésta espada es mi favorita. No la dejaría perderse un espectáculo como éste.

Y tu, chiquillo… que llevarás? –Preguntó Thalos, mientras miraba a Clem.

Bueno, he aprendido a luchar con armaduras pesadas… –Dijo Clem, algo tímido. –Me gustaría llevar una, por favor…

No pareces tener la fuerza necesaria como para llevar una… –Respondió el General. –Prueba si te puedes ésta. –Prosiguió Thalos apoyando su mano sobre una armadura negra, la cual era hermosa. Tenía grabados dorados y rojos por todos lados, un cuello ancho e incluso incluía un buen par de grevas.

Clem estaba impresionado. Jamás en su vida imaginó poder usar una armadura tan costosa.

Cambia esa cara chico, aun falta lo mejor…. –Dijo Thalos con una sonrisa en la cara. –prueba su peso.

Clem hizo caso a lo que le decían. La levantó de su atril y su peso le impresionó, pues era una coraza maciza, pero pesaba casi como una cota de mallas. El Chico miró a Thalos impresionado mientras se comenzaba a colocar la armadura.

Alquimia Chico, alquimia… –Dijo el General, antes de que Clem pudiera articular una palabra. –Vamos!! Apresúrate!! No hay tiempo que perder. Toma Bhorad, éstas son las que te gustan, no? –Preguntó en seguida Thalos con una sonrisa en la cara, mientras le alcanzaba una coraza de cuero tachonado, cubierta en el pecho y en los brazos por paños de malla metálica. –Y tú, ser alado… vas a querer algún arma o armadura?...

No señor Thalos… tengo que ocupar mis alas… –Respondió Fao al General.

Muy bien, el momento ha llegado… -Dijo Thalos apuntando hacia la puerta, mientras la pesada masa colgaba de su mano izquierda. –Bhorad y Clem, en el momento en que ustedes abran esas cortinas, estaremos a merced de Dráerus.

>>En este momento estamos rodeados, por lo que saldré antes para crear algo de espacio. –Explicaba el General, mientras Clem y Bhorad terminaban de abrochar sus nuevas armaduras. –Luego, justo después de que lance el primer golpe, ustedes saldrán a cubrirme. Cuanto tiempo crees que necesites? –Preguntó mirando a Fao.

No lo sé…. –Dijo Fao pensativa, mientras miraba el suelo. –Eso depende de que tan lejos esté la casa del alquimista y de cuantos enemigos sean… deben darme tiempo.

Clem y Bhorad se habían colocado ya en los costados del umbral, cuando el general se acercó a Bhorad y, sin previo aviso, le propinó otro monumental golpe en la quijada.

Eso es por escupir en mi aflombra... es bastante costosa, sabías? -Dijo Thalos mientras Bhorad se limpiaba una vez más la sangre del borde izquierdo de su boca. A pesar del golpe, Bhorad de devolvió una sonrisa. Ese trato era normal entre ellos.

Listos? –Preguntó Thalos, retrocediendo y empuñando su mano derecha. –Nosotros formaremos un perímetro, mientras el ser alado hace lo suyo... no dejen que nada atraviese nuestra formación, les quedó claro?

Sí, señor. –Respondió Clem imitando a los soldados de la Guardia Real, mientras tomaba con su mano izquierda la cortina y con la mano derecha su espada. Bhorad estaba al frente suyo, tomando la otra cortina con su mano derecha.

Como en los viejos tiempos, Bhorad… –Dijo el caballero de la armadura blanca, mientras llevaba su brazo derecho hacia su cintura y éste comenzaba a soltar un leve destello rojo.

Como en los viejos tiempos, Thalos… –Respondió Bhorad mientras sonreía.

AHORAA!!!!! –Gritó enardecidamente Thalos.

Clem y Bhorad abrieron las cortinas. Apenas éstas se separaron, el ensordecedor ruido de la batalla llenó la carpa del General, mientras que uno de los soldados de cuatro piernas miraba hacia dentro de la carpa, comenzando a gruñir.

El General de la Guardia Real comenzó a correr con determinación hacia la horda de esbirros. El luchador de cuatro piernas arremetió con su espada contra Thalos, la cual rebotó en la gruesa armadura blanca, soltando una chispa al aire. El General ni siquiera se inmutó.

La criatura dio un paso hacia atrás por efecto del rebote de su espada, mientras el General Thalos se agachaba y daba un fuerte golpe al suelo con su puño derecho.

En ese momento se escuchó un golpe que retumbó en toda la tienda, como si hubiesen tocado un tambor ahí dentro, y la tierra tembló. El engendro estaba ya arremetiendo otra vez contra Thalos, mientras otros combatientes enemigos se habían percatado de la presencia del General. En ese momento, los dorados cabellos de Thalos comenzaron a volar sobre su espalda. El caballero de la armadura banca lanzó un fuerte grito mirando al suelo, a la vez que el sonido de la explosión ensordecía a Clem, Fao y Bhorad. Todas las criaturas a su alrededor salieron despedidas por los aires y caían, azotándose una contra otra. El golpe fue poderosísimo, como si hubiera explotado una bomba en medio de las formaciones enemigas, dejando un arco de aproximadamente cinco pasos de lado a lado alrededor de la salida de la carpa.

A ELLOS!!! –Gritó el furioso General, mientras se levantaba, dándole impulso a su consistente masa, para arremeter contra la turba de enemigos.

Fao se volteó hacia Clem y le besó en los labios.

No mueras, Clem… –Le dijo Fao, a lo que el joven respondió con una sonrisa.

Bhorad y Clem comenzaron a correr enfurecidos hacia la turba de engendros. Ambos sabían que, probablemente, ésta sería su última batalla.

La chica salió corriendo a toda prisa detrás de ellos y, mientras Clem decapitaba a una de las horribles criaturas con un fuerte golpe de su espada, Fao abrió sus brazos y su cuerpo comenzó a brillar.

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Tommmmaaaa!!!!

Les gustó???

Les cuento una anécdota: Cuando me imaginé la última escena, partiendo desde cuando Thalos grita "AHORA!!!!", iba sentado en el metro, volviendo a casa desde la playa, cuando de un momento a otro se me ocurrió, y un "LA RAJA!!" se me salió... y la gente me miró con cara de "y que bicho le picó a este loco??". me sentí un poco observado... sólo un poco.

jajajaja

espero que a ustedes les haya gustado también, aunque el final haya sido algo "hollywoodense". >.< style="" lang="ES-CL">

PS: mis agradecimientos a mi amiga Narkito por corregir los errores (de verdad que eran MUCHOS... XD). gracias niña... ^^

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Wena perro... yap empece a leer... vamos a ver kmo cambioa el rumbo en este capitulo... luego te dejare un comment... nus vimo zorro... xau xau!!!

Anónimo dijo...

ya wn.. ahora si k si... termine las clases asi k terminarè de leer estos 2 capitulos y te dejaré un comment decente. weno weno.. solo pasaba x aqui... xau xau zorro...