5 de febrero de 2008

Fao y Clem (Capitulo 12d ó 15)

10 Espiritus Recolectados

Mode:.:impatient:.
Escuchando:.:Hammerfall - At the end of the rainbow:.

Hola gente que todavía lee!!!

es para mi n agrado presentarles este capitulo. la verdad es que, en lo personal, pienso que es el más emocionante y heroico de todo lo que llevo escrito (ya verán a lo que me refiero... hehehe)

espero tener esta vez menos errores de gramatica y orotgrafía, ya que ha sido corregido dos veces por Narkito_ll y muchisimas más por mi... bueno, la verdad es que mis correciónes no valen tanto, así que le voy a dejar todo el credito a Narkito_ll... jajajjaa.

bueno, no los atraso más. espero que les guste el 15º capitulo de esta novela épica.

Let's read!!!

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Era impresionante ver luchar a Thalos. Con un solo giro de su pesada masa, barría con al menos tres enemigos, lanzando a volar por los aires a los protegidos por armaduras, o los que lograban bloquear el golpe, mientras que los demás esbirros, cuyos cuerpos no eran resguardados por una armadura y no alcanzaban a protegerse, eran cortados a la mitad o reventados por la fuerza del impacto, manchando con un líquido negro, pequeñas larvas blancas y barro podrido, la reluciente armadura de Thalos

Bhorad era también un gran luchador. No por nada había sido tan reconocido y galardonado en las tantas batallas que libró, hacía ya tiempo, contra Dráerus, en compañía de Thane y el General Thalos. Entre gritos de euforia y cólera, Bhorad perforaba, una a una, cada criatura que se le pasaba por delante, cortando cabezas, bloqueando golpes y destrozando vientres.

Clem peleaba también con gran bravura, pero su falta de experiencia en el campo de batalla lo estaba llevando a recibir algunos golpes, los cuales, en su mayoría, eran resistidos por su firme armadura. Jamás antes había visto a un soldado de Dráerus, realmente lo aterrorizaban, pero luchaba con firmeza, luchaba con fuerza, luchaba con determinación. Luchaba para proteger a Fao.

Rápido Fao!! No podremos resistir así mucho tiempo –Gritó Thalos, mientras pateaba hacia el lado a uno de sus enemigos, para luego arrollar a cuatro más con un firme golpe de su arma.

Fao estaba flotando en medio del círculo que protegían los tres luchadores, brillando con sus brazos relajados, sus alas abiertas y los ojos cerrados.

Donde está… vamos… aparece… -Susurraba la chica, mientras rastreaba la presencia de la maquina de Trádirus.

Y así, mientras Fao buscaba la presencia del Condensador de Flujo de Energía Vital, transcurrieron varios instantes de reñida lucha. Clem había recibido ya bastantes golpes y tenía un corte en su pierna, en donde no lo protegía su armadura, la herida, a pesar de no ser tan profunda, le provocaba una ligera cojera. Bhorad también había recibido algunos golpes, una tajadura le atravesaba la frente de manera diagonal, desde la mitad de ésta hasta el final de su ceja izquierda. La sangre le caía a ratos dentro del ojo, nublando su visión. A pesar de esto, había logrado quitarle la espada a uno de sus enemigos, por lo que ahora blandía ágilmente un arma en cada mano. Thalos era el menos dañado de todos. Había recibido apenas algunos golpes que no le habían dejado más que rasguños. Su “estrella del alba”, como solía llamarle, ahora brillaba con un intenso fulgor azul, pero se notaba que al general le costaba más trabajo ahora levantarla para dar un golpe. La ventaja era, que ahora no eliminaba a sus enemigos de a tres o cuatro, sino que ahora sus golpes masacraban a, al menos, cinco bestias por cada envestida.

De un momento a otro, los soldados de Dráerus dejaron de luchar y comenzaron a retroceder, dando rugidos y gritos espeluznantes a sus adversarios, pero sin lanzar golpe alguno.

Hemos ganado!! Se retiran!! –Gritó con júbilo el jadeante Clem. Al tiempo que se volteaba hacia Bhorad y Thalos, y veía en ellos una cara de preocupación.

No chico, ahora viene lo peor… -Respondió Thalos mientras se ponía en guardia, atrasando un pie, doblando sus rodillas y apoyando la esfera con púas de su “estrella del alba” junto a su pie atrasado, tomando el asa de su resplandeciente arma con ambas manos

Debe de venir uno de los alquimistas de Dráerus hacia acá… -Explicó Bhorad a Clem, mientras adoptaba una posición defensiva con ambas espadas. –Siempre hacen lo mismo cuando se aproxima uno. Vamos Fao, no tenemos mucho tiempo!!

En ese momento, la horda se abrió por la mitad, apareciendo en medio de ellos un anciano vistiendo una túnica negra con harapos verdes colgando. Lleno de signos quemados en la piel, metales atravesados en su cara y botellas de distintos colores colgando por todos lados.

Han subestimado el poder de Dráerus, mortales... –Comenzó a hablar el anciano con voz chillona. –Ríndanse o sucumban bajo el peso de nuestras legiones!!

Oye Bhorad… que pasó la ultima vez que alguien de Dráerus nos dijo eso?? –Preguntó Thalos en voz alta y sin despegar su vista del anciano, para que pudiera escuchar.

Creo que una armada completa de monstruos huyó… –Respondió Bhorad con sarcasmo, mientas pateaba fuertemente el brazo de un esbirro mutilado, el cual cayó en los pies del anciano alquimista. –Para no ser aplastada por el peso de nuestras legiones.

Al parecer no nos has convencido, anciano… -Respondió Thalos después de una pausa, mirándolo fijo. –Regresa con los tuyos y seremos nosotros los que te dejaremos vivir.

Mueran entonces si eso es lo que quieren, ingenuos mortales!! –Gritó el anciano, con rabia, mientras lanzaba una de sus botellas con fuerza al suelo, la cual, al reventar, comenzó a teñir la tierra con un líquido de un color verde. Luego de esto, el anciano se retiró en medio de estridentes carcajadas.

Luego de que el alquimista desapareciera en medio del tumulto, la caótica formación de esbirros volvió a cerrarse, mientras la mancha verde comenzaba a abarcar cada vez más espacio. Bhorad pudo ver a su derecha la reñida batalla entre la armada de Dráerus y los cansados guardias reales, quienes se estaban viendo obligados a retroceder lentamente hacia el bosque, mientras luchaban con fervor junto a los ladrones.

Bhorad, mira!!! –Gritó alarmado Clem.

La mancha verde cubría ya una gran superficie, tapando el suelo que pisaban y llegando a la tienda de comando. A lo lejos, un ensordecedor chillido se escuchó por sobre los rugidos de las bestias, al tiempo que la mancha verde comenzaba a brillar, levantando un fulgor del mismo color. Inmediatamente, las criaturas de Dráerus que estaban dentro del rango de acción de la pócima se transformaron en siluetas de color verde oscuro, fusionándose de a parejas y creciendo hasta llegar al tamaño de un oso. Ahora eran menos enemigos, pero cada uno pasaba por, al menos, una cabeza y media a Clem.

Fao… estamos en problemas… date prisa!!! –Gritó Bhorad cuando las nuevas bestias comenzaron a avanzar hacia ellos. Tenían un aspecto horrible. Los puntiagudos dientes se salían de sus quijadas hacia delante, sus brazos eran tan gruesos como la pierna de una persona, mientras que su cuerpo era tan ancho como el de un caballo. Para suerte de Clem, Bhorad y Thalos, las armaduras habían caído al suelo, rompiéndose debido al tamaño de los engendros, que envestían ahora sin más armas que sus temibles garras y afilados dientes y sin más armadura que su gruesa y dura piel.

Lo tengo!! –Gritó Fao abriendo los ojos repentinamente.




Todo estaba en silencio en la casa de Trádirus. La noche estaba tranquila y el fuego de la chimenea ya se había extinguido. Como era de costumbre, el aplicado anciano se había quedado dormido con la cabeza apoyada sobre la mesa y, como era ya de costumbre también, su esposa Famire le había tapado con una manta antes de irse a la cama.

Llevaba ya varios días estudiando el comportamiento de la esfera de Lanz que le había regalado Fao, habiendo descubierto así ya varias aplicaciones para ésta, lo que lo ponía muy contento.

De pronto, un sonido lo despertó. Era como si algo anduviese merodeando en medio de la oscuridad.

Famire!!... –Gritó con los ojos cerrados el somnoliento alquimista. –tenemos que deshacernos de los ratones en esta casa… es inconcebible que después de…

El canoso anciano se quedó callado al abrir los ojos y percatarse de que todo el comedor-laboratorio estaba brillando, cambiando a intervalos regulares los colores, los cuales provenían del Condensador de Flujo de Energía Vital.

Que es lo que tanto te mo… no puede ser… -Famire quedó petrificada también, al ver la estancia iluminada completamente por el condensador. Era un espectáculo de colores y sombras. Jamás en sus vidas habían visto algo así. La Esfera de Lanz vibraba y emitía un zumbido peculiar, mientras que un crujido comenzaba a sonar desde el suelo. El sonido comenzó a aumentar hasta llegar a hacerse insoportable, a la vez que los matraces y las vasijas de vidrio que se encontraban sobre la mesa comenzaban a caer y el suelo de toda la casa comenzaba a temblar con gran estruendo.

POR TODOS LOS DIOSES!! QUE ESTÁ PASANDO!!- Gritó Famire mientras se afirmaba del marco de la puerta que estaba junto a ella.

NO LO SÉ!!! –Gritó Trádirus afirmándose de la mesa para no caerse. Su voz apenas se oía, producto del ruido que producía el Condensador. –PARECE QUE SE HA DESESTABILIZADO!!!

Poco a poco, los pernos que anclaban el Condensador al suelo comenzaron a ceder, dejando que la maquina comenzara a elevarse, mientras el tubo que terminaba en el techo comenzaba a retorcerse y abollarse.

VA A EXPLOTAR!!! –Gritó aterrorizado Trádirus, mientras volteaba la mesa y se escondía tras ella. Famire, a su vez, comenzó a correr despavorida hacia su habitación.

Luego, en un abrir y cerrar de ojos, el estruendo desapareció. Todo estaba nuevamente en calma y sólo se oía un zumbido. Trádirus estaba comenzando a levantarse cuando, con un gran estrundo, la maquina colapsó, estallando en miles de trozos metálicos, los que se incrustaron en toda la estancia. El alquimista escuchó varios golpes sobre la superficie de madera que lo protegía, como si le hubiesen lanzado un puñado de piedras, al tiempo que la punta de una esquirla metálica, que había atravesado la mesa, se detenía justo antes de tocar su nariz, quedando incrustada en la madera.

Trádirus se levantó temeroso para observar el desastre que había provocado dicha explosión. Grande fue su sorpresa, cuando vio que una esfera irregular, del ancho de una persona, flotaba en el lugar donde hacía pocos momentos estaba su máquina alternando rápidamente sus colores. Mientras pequeñas esferas de distintos colores, no más grandes que una uña, giraban alrededor de la misma.

Impresionante… –Se dijo el anciano, mientras veía, anonadado, que la esfera de Lanz se mantenía en el mismo lugar donde él la había dejado, pero vibrando hacia todas direcciones con un ritmo frenético. –Es como si estuvieran sincronizadas… en perfecta armonía… con que éste es el secreto de los Seres Alados…

Trádirus!! Que haces ahí!!... –Gritó Famire volviendo al lugar donde se encontraba antes de la explosión.

Calla mujer!! Calla y no pierdas detalles… -Interrumpió el científico. –Así podremos estudiarlo mejor.

Dicho esto, la densa esfera de colores comenzó a brillar y a vibrar cada vez con más intensidad, lanzando al aire un ensordecedor zumbido. Era como si el sonido de una mosca hubiese sido amplificado a niveles altísimos. Ambos se agazaparon detrás de la mesa, pero en ningún momento quitaron la vista de la compacta esfera de Energía Vital.

Cuando la vibración y el sonido habían alcanzado niveles descomunales, debido a los cuales ambos ancianos se cubrían las orejas con las manos, la masa de energía salió despedida por los aires, dejando una hermosa estela de colores y un enorme agujero en el techo, por el cual podía pasar fácilmente una persona.

Bueno… de todos modos, nos hacía falta un tragaluz aquí… -Bromeó Trádirus luego de un rato, mientras miraba, aún boquiabierto, la estela que terminaba de desvanecerse en el aire.

Viejo loco… -Dijo Famire mientras se alejaba, refunfuñando entre dientes, hacia su habitación.




VAMOS FAO!!! DATE PRISA!! –Gritó Clem por encima del estruendo que producían los rugidos de los adefesios, en el momento en que atravesaba con su espada a una de las criaturas, la cual se había quebrado todos los dientes al darle un bestial mordisco al hombro de su armadura.

A pesar de la tenaz resistencia de Thalos, Bhorad y Clem, éstos se veían forzados a retroceder poco a poco, mientras bloqueaban los fuertes embistes enemigos. Paso a paso, fueron acercándose de espaldas a Fao, quien permanecía inmóvil, brillando con sus alas abiertas.

Thalos!! Lanza un ataque masivo!! –Gritó Bhorad a pocos pasos de él, mientras bloqueaba con ambas espadas el manotazo de una de las bestias.

No puedo!!... –Respondió el general, a la vez que reducía a larvas y barro a otra de las criaturas con un golpe de su “estrella del alba”. –Los dañaría también a ustedes!!

Vamos Fao!! Detén esto o moriremos aquí!! –Gritó Clem, mientras intentaba zafarse de la mano de uno de los monstruos, el cual lo había alcanzado y lo tironeaba hacia él.

Ya llegó… RESISTAN!! –Gritó Fao.

La muchacha se agachó y tocó el suelo con las manos, para luego salir despedida hacia el cielo a gran velocidad, brillando con sus alas abiertas y dejando casi a oscuras a los tres luchadores que la defendían. Cuando sobrevolaba el centro del ejército de monstruos, se detuvo, abrió sus brazos, levantó la cabeza para mirar al cielo y comenzó a brillar de tal manera, que iluminó todo el campo de batalla. Debido a esto, no hubo persona que no viera a la joven flotar sobre la asediada ciudad.

De pronto, desde el bosque apareció, acercándose a gran velocidad, la esfera de colores seguida por una estela de pequeñas pelotas, las cuales parecían una lluvia de gemas. La brillante masa de energía atravesó el muro de fulgor con gran celeridad, dejando en éste un hueco similar al que había dejado en la casa del alquimista, para luego estrellarse a toda velocidad contra la espalda de Fao, desapareciendo dentro de ella. Cuando sucedió esto, un fuerte viento recorrió toda la ciudad de punta a punta, apagando todas las antorchas que se encontraban a la intemperie. El campo de batalla se iluminaba en ese momento únicamente por el brillo de Fao y del Muro de Fulgor. Ahora se podían apreciar con mayor claridad, las llamas del gran dragón que había alcanzado a penetrar el perímetro del Muro de Fulgor, el temible animalejo que había aterrorizado antes a Clem mientras escapaba del ejército por la avenida principal de Láguerin y que el mismo Chico había olvidado con el fragor de la batalla; amenazaba ahora con destruir la ciudad hasta sus cimientos. Las personas no alcanzaron siquiera a parpadear, cuando Fao ya tenía flotando alrededor suyo miles de esferas de Lanz.

Desde ambos costados se acercaban, volando como flechas hacia ella, cientos de los engendros voladores que Clem había visto mientras escapaban cabalgando de la turba enemiga, pero la muchacha, a pesar de haberlos visto ya, ni siquiera se inmutó. En seguida, estiró su brazo derecho hacia arriba, dejando la palma de su mano abierta en dirección al cielo, mientras miraba hacia el ejército que se extendía bajo sus pies. Cuando bajó su brazo, doblando también su espalda hacia abajo, la gran mayoría de las esferas de Lanz comenzaron a girar a gran velocidad en torno a ella y velozmente, una a una, comenzaron a salir despedidas de su órbita, cambiando repentinamente y tomando la forma de afiladas púas que viajaban a toda velocidad hacia cada criatura. Una púa, un enemigo.

Thalos jadeaba mientras retrocedía, a la vez que hacía girar su arma junto a él de manera vertical. Ya casi no podía sostener el peso de su “estrella del alba” y había sido alcanzado ya por varios golpes. En el momento en que Clem salía despedido por los aires, producto del fuerte golpe de uno de los adefesios y caía luego semiaturdido cerca de donde estaba antes Fao, Bhorad era agarrado de la cintura por las enormes garras de una de las bestias y levantado por sobre el cabeza de ésta, mientras el horrendo homúnculo abría la boca y lanzaba un fuerte grito, listo para probar un trozo de él. “No… ¡éste no puede ser mi fin!” pensaba el ex guardia real mientras forcejeaba infructuosamente para liberarse. A duras penas podía mantenerse, a punta de patadas, lejos de las fauces de la bestia.

Thalos falló al intentar golpear a uno de sus enemigos con su pesada arma, a lo que la bestia respondió con un fuerte golpe sobre el pecho del general, el cual voló para luego caer rodando junto a Clem, quien ya se ponía a duras penas de pie. Cuando el joven levantó la vista, pensó que su vida había llegado a su fin. Venía lentamente en su dirección, apoyando sus enormes manos en el suelo, toda una tropa de bestias.

Vamos general!! Levántese!! –Dijo Clem levantando la punta de su espada.

No me subestimes, Chico… –Respondió Thalos, mientras se ponía de pie jadeando. –Necesitarán algo más que eso para derrotarme.

Ambos se pusieron en guardia. Clem con su espada apuntando hacia delante y Thalos con la pesada bola de hierro apoyada en el suelo, ambos listos para acertar un nuevo golpe. Sin embargo, a pesar de estar mostrando un fuerte coraje, Thalos sabía, desde el momento en que la nueva horda de adefesios le bloqueó su visión del resto de las tropas, que los enemigos eran demasiados y que no había esperanza posible para ellos. Después de todo, en la batalla, era necesario el sacrificio de algunos para la victoria final.

Una vez que la formación de enemigos llegó a unos pocos pasos de ellos, el primero de la fila de monstruos se abalanzó sobre ellos dando un enorme salto, seguido por decenas que hicieron lo mismo. En ese momento, Thalos dio todo por perdido, era imposible, aunque sacara a relucir la totalidad de sus habilidades, salir vivo de ésta. Por el contrario, Clem seguía en su posición, con más furia y determinación que nunca. En sus ojos aún brillaban el mismo valor y bravura con el que había comenzado a luchar.

Cuando el esperpento, habiéndose abalanzado a gran velocidad hacia ellos, estaba a distancia suficiente como para acertarle un golpe, Thalos cubrió su cabeza, esperando tan solo que su agonía fuera corta, mientras que Clem, levantando su espada y venciendo el miedo que lo inundaba, arremetió contra sus enemigos. Sabía que aún quedaban esperanzas.

En el momento en que Clem se encontraba ya decidido a partir a la bestia por la mitad, sucedió lo que iba a dar un vuelco definitivo a la batalla. A pesar de lo contundente del golpe de Clem, éste no dio contra nada sólido ya que, cuando el Chico se disponía a acabar con el primer homúnculo, éste se deshizo, junto a otros cinco que habían saltado junto con él. Dentro de su confusión, Thalos no se explicaba que había sucedido, hasta que vio la gruesa lanza de luz enterrada en el suelo, a la vez que una a una, y a velocidades impresionantes, las bestias que hacía unos instantes estaban sobre él, se deshacían en barro podrido, larvas y una infinidad de diminutos insectos, quedando los haces de luz parados como estacas justo a sus costados. Cuando el engendro que sostenía a Bhorad en el aire fue alcanzado por la resplandeciente pértiga, se deshizo como los demás, dejando caer al herido luchador de bruces al barro, quedando, al igual que sus dos compañeros, bañado de pies a cabeza con barro podrido, mientras las larvas, que salían por montones desde la putrefacta mezcla, se encaramaban por su cuerpo.

Clem se incorporó rápidamente, pudiendo apreciar el espectáculo de luces que ofrecía Fao. En medio del torbellino de esferas, la chica colocaba su mano abierta a la altura de su cadera, con su palma apuntando hacia el suelo, para luego abanicar su brazo hacia uno de sus costados. Cada vez que hacía esto, una porción de las Esferas de Lanz se transformaba en una ráfaga de púas, las cuales volaban a gran velocidad para luego impactar directamente a cada uno de los enemigos.

Poco a poco fueron cayendo los horripilantes guerreros de Dráerus, tiñendo de negro las calles de Láguerin e inundándolas con el olor de la muerte. Pasaron dos inviernos antes de que el hedor dejara, de una vez por todas, la fronteriza ciudad.

En un comienzo, cuando los guardias reales vieron subir a Fao sobre sus cabezas, sintieron temor. Pensaban que sus vidas habían llegado a su fin, pues sabían que un ser alado con tal cantidad de esferas flotando alrededor, podría arrasar con todo a su paso. Ser vivo u homúnculo, de Dráerus o de Aigus, todo sería devastado. Pero a pesar del miedo que sintieron al principio, cuando Fao barrió completamente con la primera línea de adefesios, el grito de victoria fue ensordecedor. Todos los presentes, guardias reales y ladrones, vitoreaban sin cesar a Fao, mientras la armada de Dráerus se desmoronaba sección por sección, dejando en pie sólo a los monstruos de tamaño mayor, los cuales seguían avanzando hacia la línea de defensa.

Cuando la joven alada acabó con todos los soldados de tamaño menor, ya quedaban unas pocas Esferas de Lanz girando entorno a ella. Fue entonces cuando estas dejaron su veloz orbita para quedar flotando sobre Fao, quien descendió y caminó lentamente, con sus alas abiertas, hacia sus horrendos enemigos. Cada vez que apuntaba a uno de los monstruos con su índice, una de las esferas salía despedida hacia éste, entrando en su cuerpo sin provocar efecto alguno. Mientras, los esbirros que habían comenzado a trepar el Muro de Fulgor comenzaban a descender, a la vez que las tropas que no habían alcanzado a entrar a la ciudad, antes de que el macro hechizo fuera lanzado, comenzaban su retirada hacia Dráerus. La victoria era ya de Aigus.

Luego de implantar una a una las Esferas de Lanz dentro de las enormes bestias, Fao detuvo su caminata, quedando parada frente a la formación de enemigos. Todo el mundo miraba, en silencio y expectante, para ver que tipo de magia realizaría la chica que los salvó de las garras una muerte segura. La joven alada esperó un momento, mientras los ancianos alquimistas daban comienzo a su frenética y despavorida carrera hacia el paso fronterizo, tratando de salvar sus quemados pellejos. Luego de un breve, pero tenso instante, colocó ambas manos empuñadas frente a su pecho, mientras hacía lo mismo con las puntas de sus alas, apretó con toda su fuerza sus nudillos, a medida que su cuerpo comenzaba a brillar con la misma fuerza de antes y los ladrones reconocían el mismo crujido que habían escuchado cuando Fao hizo añicos el viejo árbol de la Ciudad de las Mentiras. Luego de esto, estiró violentamente sus alas y brazos hacia los costados, a la vez que lanzaba un fuerte grito al aire. En ese preciso instante, Las enormes moles, que caminaban dando pasos pesados hacia ella, reventaron en miles de fragmentos, quedando Fao salpicada por todos lados con larvas blancas y barro putrefacto. Luego de esto cayó, mientras jadeaba, de rodillas al suelo y apoyó sus manos en éste. Sus alas se escondieron nuevamente en su espalda, dejando al descubierto sus dos cicatrices en forma de “V”. Era una gran cantidad de energía la que acababa de manipular y su cuerpo ya casi no le respondía.

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Ojala les haya gustado mucho. quedaron con ganas de más acción?? solo esperen un poco más... aun falta!!!

muchas gracias por leer mi novela y recuerden: mientras más personas la lean, mejor... jajajaa (sip, es mi auto-publicidad atacando otra vez. :P)

recuerden también dar un paseo por la Autobiografía (no autorizada) de Sergei Korsakov... excelente novela de acción e intrigas (sip, publicidad también para Narkito_ll:P).

cuidense mucho y nos vemos en la proxima edición de LA HERMOSA HISTORIA DE FAO Y CLEM.

Atentos, pues todavía falta acción ;)

See ya

Lothar_Daisuke

10 de enero de 2008

Fao y Clem (Capitulo 12c ó 14)

2 Espiritus Recolectados

Mode:.:Full Energy:.
Escuchando:.:Hammerfall - At the end of the rainbow:.

Hola otra vez, gente!! Espero que les haya gustado el capitulo anterior. si les gustó, con éste de seguro quedan perplejos pues, a mi gusto, está más entretenido todavía que el anterior... ^^

Las imágenes de éste capitulo todavía, al igual que las del anterior, tengo que esperar a que alguien me las haga, pues también quiero escenas muy específicas. por mientras, coloco sólo esa imagen, la cual es, nuevamente, cortesía de Lineage 2.

Bueno, no doy más la lata... sigue leyendo el capítulo 12.

Enjoy ^^

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Clem subió a Fao sobre el caballo, pero, cuando se disponía a montar para comenzar su escape, el animal se asustó al ver la ola de esbirros que se acercaba a gran velocidad por la avenida, dando comienzo a su desenfrenada carrera colina abajo, dejando al chico atrás. Clem saltó sobre las ancas del caballo lo más rápido que le permitieron sus reflejos.

Fao!! Toma las riendas!! –Gritó Clem, mientras luchaba por no caer del animal.

Fao hizo caso a lo que le dijo el muchacho.

Sujétate Clem!! –Gritó Fao mientras daba una sacudida a las riendas. El joven le hizo caso y la abrazó por el torso.

No podían darse el lujo de perder un solo momento. La estampida de soldados y criaturas horrendas iba a no más de diez pasos detrás y avanzaban más rápido que ellos.

Bhorad cabalgaba delante de ellos con Rot inconsciente, mientras la masa de soldados y ladrones, ya bien equipados con arcos, armaduras, espadas, escudos y alabardas, comenzaban a armar un muro de picas y escudos, el cual parecía impenetrable. Solo dejaban libre un espacio en la formación lo suficientemente ancho como para que entraran los caballos, y en esa dirección orientaron Fao y Bhorad el galope.

Clem miró hacia atrás y lo que vio fue aterrador. Los seguía una horda enorme de soldados con armaduras oscuras. Los primeros iban montados en extrañas y horrendas criaturas, las cuales parecían ser una mezcla entre araña y lagarto, seguidos por unas criaturas con forma humana, pero con cuatro piernas y algunos tenían, en lugar de brazos; espadas, hachas y mazos. Sus cabezas estaban cubiertas por mascaras de hierro, madera o tela. Sobre la avalancha de guerreros volaban, algunos ya precipitándose en dirección a los caballos, docenas de esperpentos voladores, los cuales tenían alas negras parecidas a las de las libélulas, con un cuerpo alargado y brillante como el de las serpientes, el que terminaba en la cola con un aguijón como el de los escorpiones. Su cabeza era la de un pájaro, pero sin plumas, como la de los buitres. Detrás de todo el ejército que logró entrar al pueblo, arrasando con todo lo que se le ponía al frente, iba la peor pesadilla de cualquier soldado de Aigus; un dragón, de colores café, rojo y negro.

Clem jamás había visto un dragón y jamás imaginó que ver uno en vivo fuera tan aterrador. Había oído de su poder en historias que contaban los ancianos y conocía su apariencia gracias a un libro de criaturas peligrosas que había en la biblioteca de Ciudad de Carmesí, pero ver la escena de un dragón avanzando y destruyendo todo a su paso era algo que no olvidaría en años.

Los gritos de las personas, sobre todo de los niños y de las mujeres mientras morían, y el estruendo de las casas cayendo, era una pesadilla aterradora para Fao y música para los oídos de las criaturas de Dráerus.

Cuando Clem se logró reponer de la impresión, se percató de que, por fuera del muro, los guerreros enemigos comenzaban a escalar el Muro de Fulgor. Era como si una esfera de cristal fuera tapada lentamente por una manta oscura.

Apura Fao!! Nos alcanzan!!! –Gritó Clem con desesperación y Fao volvió a agitar las riendas. Si los alcanzaba a tocar un solo golpe de uno de los guerreros, los cuales estaban ya a sólo un caballo de distancia, estaban acabados.

Cuando Clem miró nuevamente hacia delante, Rot y Bhorad ya habían entrado a la formación de soldados y a ellos les faltaban tan solo algunos trancos de galope para estar a salvo. Era, hasta ahora, el momento más tenso que Clem había vivido.

Cuando cruzaron la primera línea de soldados, Fao soltó el aliento y volvió a respirar. El estruendo del choque de metales que se escuchó a sus espaldas, era mucho más fuerte que el que habían presenciado hacía algunos momentos, al comienzo de la lucha de ladrones contra guardias reales. Las hileras de soldados se abrían para que pasaran los jóvenes en medio de suplicas.

“Ayúdanos por favor!!”, “Tú eres poderosa… destruidlos por favor!!”, “te lo rogamos, ser alado!! AYÚDANOS!!”…

Fao sentía impotencia. De tener los espíritus suficientes, podría fácilmente acabar con todas esas cosas, pues se había percatado de que no podía sentir sus presencias, lo que significaba que no eran seres vivos y que, por lo tanto, destruir ese ejército era como romper un trozo de madera vieja. No acabaría con la vida de nadie, pero no se le ocurría como reunir tantos espíritus como para acabar un ejército de ese tamaño.

Delante de ellos, Bhorad se bajaba del lomo de cuescos y tomaba en brazos a Rot dirigiéndose hacia la tienda más grande que había. Detrás de ellos, la cruel batalla acababa de comenzar.

Vamos, síganme… –Les dijo Bhorad mientras caminaba a paso veloz entre la multitud. Clem y Fao bajaron también del caballo y siguieron a Bhorad, mientras los soldados que se encontraban ahí abrían paso con expresiones de incertidumbre y, algunos, de miedo.

Cale, necesito hablar con el general Thalos. –Dijo Bhorad a uno de los guardias que se encontraba en la entrada de la tienda, tapando la pasada con su alabarda cruzada con la de otro guardia de estatura similar.

Los traidores no tienen nada qué hablar con el general, Bhorad. –Respondió el guardián sin mover su arma. –Si quieres mi consejo de amigo, toma a tus amigos y llévatelos de acá, pues si no los mata Dráerus, los mataremos nosotros… y a ti también.

Vamos Cale, tu conoces las reglas. Si ataca Dráerus, cualquier hombre es indispensable. –Respondió Bhorad, mientras Rot lanzaba un quejido y apretaba los ojos.

Soldados, EN GUARDIA!! –Gritó Cale, mientras los soldados que se encontraban alrededor de los cuatro perseguidos hacían caso a la orden, apuntándolos con espadas y lanzas. –No lo voy a repetir, Bhorad.

Clem empuñó su espada y se puso en guardia también, dando la espalda a Bhorad, mientras Fao levantaba las manos en señal de rendición.

Bhorad tiene razón… –Dijo una voz desde dentro de la tienda. –Cuando Dráerus ataca, todo hombre, incluso un asqueroso traidor, tiene el derecho, o mejor dicho, ¡el deber! de luchar. Bajen sus armas.

Los soldados hicieron caso a la nueva orden. Todos menos Cale.

No me has oído? He dicho “bajen sus armas”… –Dijo calmada la voz extraña, al tiempo que la punta de la alabarda de Cale se apoyaba por sí sola en el suelo, sin que el guardia pudiera sostener su peso.

General Thalos, queremos luchar junto a ustedes contra Dráerus. –Dijo Bhorad sorprendiendo a Clem y a Fao. No podían creer que Bhorad pusiera en riesgo sus vidas sin siquiera consultarles.

Lo hablaremos con calma. –Dijo tranquilamente la voz desde la tienda. –Pasen.

A unos trescientos pasos de donde estaban ellos, se libraba la batalla, la cual no avanzaba en ninguna dirección, lo que significaba que, por el momento, las fuerzas estaban parejas.

Déjennos a solas! –Ordenó Thalos con voz imponente apenas entraron los cuatro jóvenes. Al momento, un mar de gente salió de la tienda, impidiendo que Clem pudiera ver el fondo de la misma.

Cuando acabó de salir la comitiva, Clem y Fao pudieron recién apreciar la enorme y lujosa tienda. Las paredes de tela eran de un color burdeo y con bordados dorados, los cuales daban forma a un mosaico de escudos de la guardia real. Una gruesa y pesada alfombra cubría el suelo y no dejaba ver un solo ápice de pasto o piedra. Al final de la tienda, había una mesa ovalada con un mapa sobre ésta, en el cual se veían fichas de colores rojo y negro. Clem supo de inmediato que era el mapa de estrategia sobre el cual se planificaba la batalla. Al final de la mesa, mirando hacia ellos, había un hombre de armadura blanca, cabello rubio y largo, igual al de Fao, un poco más alto que Bhorad y de tez clara. Desde dentro del cuello de su armadura, salía una placa metálica que le subía por el cuello y le tapaba la mitad de la cara, reemplazándole el ojo izquierdo por un rubí perfectamente liso. Bhorad jamás llegó a saber si ese ojo de piedra realmente tenía la capacidad de ver, aunque muy dentro de sí lo intuía. El hombre representaba la misma edad de Bhorad, unos treinta inviernos de dura vida.

El General Thalos se caracterizaba por lo poderes que había adquirido al ser su cuerpo reparado por un maestro alquimista, luego de la guerra contra Dráerus hacía ya varios años, la misma guerra en la que cayó Thane, el hermano mayor de Clem.

El General Thalos, que se encontraba con los codos apoyados sobre el mapa y sujetando su frente con los pulgares, se levantó de su silla y quedó al descubierto la consistente arma que colgaba de su cintura, cuya empuñadura de madera ostentaba orgullosamente el símbolo de la Guardia Real grabado en oro, a la cual seguía una resistente cadena terminada en una maciza masa de hierro rodeada de prominentes púas.

Deja al chiquillo a un lado, Bhorad. –Dijo mientras se acercaba a paso lento. –Los curanderos se ocuparán de él. Ya hablaremos sobre su destino y sentencia.

Bhorad dejó a Rot en el suelo, quien al momento se desvaneció en el aire. Luego de esto, el ex guardia volvió al lugar donde estaba sin hacer pregunta alguna, al tiempo que el General frenaba a una distancia bastante corta de Bhorad.

Curiosamente para Clem, los sonidos de la feroz batalla que se libraba afuera de la tienda, ya no se escuchaban en lo absoluto. Solo se escuchaban los pesados pasos de las grevas metálicas del general.

Thalos, necesito tu ayuda… –Dijo Bhorad con un toque de nerviosismo en la voz. –Estamos disp…

Bhorad no había terminado de hablar, cuando el hombre de la armadura golpeó de tal manera y con tal fuerza la cara del ex guardia, que éste se precipitó abruptamente al suelo, quedándose ahí por un momento. Clem y Fao retrocedieron un paso y se prepararon para correr, temiendo que ellos fueran los siguientes.

Dime Bhorad… Es que acaso eres estúpido!!?? –Gritó el imponente general al maltrecho Bhorad, quien comenzaba a ponerse de pie. –Ayudaste a un ser alado, engañaste a la guardia real, escapaste de prisión, te negaste a ayudar a ese cazador Casiél… Debería matarte ahora mismo, sabías!!??

Bhorad logró al fin colocarse nuevamente en pie, mientras un hilo de sangre salía del costado de su boca y le corría hasta el mentón. Bhorad se limpió la sangre con el dorso de su mano y lanzó un escupo rojo sobre la enorme alfombra.

Te di la oportunidad de escapar, sólo para que cumplieras la promesa que le hicimos a Thane antes de morir… y para salvarte el pellejo!!. –Continuó gritando Thalos. –Y que es lo que haces?? TRAES A SU TRAIDOR HERMANO Y AL ASQUEROSO SER ALADO AL MEDIO DE MIS TROPAS!!!!!...

Dicho esto acertó otro golpe, igual de potente, sobre la cara de Bhorad, quien esta vez se logró equilibrar justo antes de caer nuevamente al suelo.

Clem no sabía qué hacer ni qué decir. Estaba completamente descolocado y no acababa de entender lo que estaba ocurriendo. Fao simplemente se escondía detrás de Clem y miraba, con miedo, sobre el hombro del joven.

Thalos se acercó nuevamente a Bhorad. Clem y Fao apretaron sus parpados, esperando oír otro golpe en la cara de Bhorad, pero éste tardó mucho y, cuando volvieron a abrir los ojos, Thalos estaba abrazando fuertemente a Bhorad.

Pero estoy contento de que lograras sobrevivir, Bhorad… –Dijo el caballero de la armadura blanca, ya con voz más calmada. –No podría haber vivido con la culpa de haber dado la orden que mató a mi amigo.

Bhorad estaba todavía algo aturdido por los golpes. Luego de soltar a su amigo, el General Thalos se dirigió nuevamente a la mesa, haciendo caso omiso de Fao y de Clem.

Tengo un plan, Thalos… –Dijo Bhorad escupiendo nuevamente sangre sobre la alfombra. –Te aseguro que…

Sé cual es tu plan, Bhorad… Los supe desde que te vi entrar con el ser alado. –Interrumpió el general, mientras miraba el mapa estratégico con la cabeza gacha. –El problema es que tengo órdenes directas del Rey, las cuales son detener al ser alado y dar muerte al traidor que va con él. Y teniendo a ambos en este momento en mi tienda, no tengo excusa alguna para que salgan vivos de aquí.

Pero Thalos, Fao nos puede… –Intentó explicar Bhorad acercándose a la mesa, antes de ser interrumpido nuevamente por el General.

Ya dije que sé cual es tu plan, Bhorad!!… –Exclamó molesto Thalos, mientras se volteaba. –Y creo que es nuestra única escapatoria… -Explicó mientras apuntaba un montón de fichas rojas puestas a un lado del mapa. –La mitad de mis soldados fueron muertos por el ataque sorpresa de la Ciudad de las Mentiras, y los ladrones que quedan no son más que debiluchos e inútiles… No me queda otra escapatoria más que pedirle ayuda al ser alado... –Dijo mientras se acercaba lentamente hacia Fao, quien asomaba sólo la mitad de su cara desde detrás del hombro de Clem.

Sé de lo que eres capaz, ser alado. –Decía Thalos sin despegar la mirada de los ojos de Fao. –Fui testigo de la masacre provocada por dos de los tuyos en este mismo lugar y sé, por mi propia experiencia, por qué la gente llama a este lugar “Las montañas rojas”. Sé el poder que tiene un sólo ser alado y sé también, que puedes acabar en solo un instante con todo el ejercito de Dráerus.

Al llegar Thalos a dos pasos de distancia de Clem, ambos empuñaron a la vez sus armas. Pero, a diferencia de Clem, quien se puso en guardia de lucha, Thalos dio un paso más, dejó su masa a un costado y colocó su rodilla izquierda en el suelo, para luego agachar la cabeza.

Te lo suplico ser alado… –Rogó el general a Fao, mientras miraba el suelo. –Salva a mis hombres y tú, junto con los tuyos, podrán seguir su camino con tantas provisiones como puedan cargar.

Fao salió de detrás de Clem pasando por su lado, mientras bajaba suavemente la guardia del chico con una de sus manos.

No es necesario eso, Clem. –Dijo Fao acercándose a Thalos. Cuando llegó frente al humillado general, la chica lo tomó de los hombros y se arrodilló frente a él.

Eso tampoco es necesario, Señor… –Dijo Fao con voz dulce. –Si pudiese haber hecho algo antes, tenga por seguro que no hubiera dudado un solo instante… Por desgracia, los seres alados necesitamos algo que llamamos espíritus, que es algo así como lo que los alquimistas le llaman “energía vital”…

Fao!!!!!!! –Gritó Clem de un momento a otro. Una la risa nerviosa lo comenzaba a embargar. –El Condensador de Flujo de Energía Vital que había en la casa de Trádirus!!! –Dijo acercándose a la chica y ayudándole a levantarse. –Tú me dijiste que jamás habías visto tantos espíritus reunidos en un solo lugar!!

Fao se levantó, mientras el general Thalos la miraba fijamente a la cara aún arrodillado.

Clem, eres un genio!! –Gritó Fao abalanzándose sobre el joven y abrazándolo. –Con esa cantidad de espíritus podría acabar fácilmente con todas esas cosas!!!

Alguien podría explicarme qué está pasando? –Dijo Bhorad, sin terminar de comprender el poder de un ser alado.

Tenemos un plan para acabar con los monstruos que nos atacaron… –Explicó Fao mientras soltaba al sonrojado Clem.

No entiendo… –Insistió Bhorad, mientras se acercaba a ellos.

Ya lo verá señor Bhorad, salvaré a las personas que hay aquí en un cerrar y abrir de ojos, pero necesitaré de vuestra ayuda… –Dijo Fao mientras tomaba al General de un hombro.

El general se puso de pie de inmediato y se dirigió hacia la mesa con el mapa de estrategia, el cual había cambiado por sí solo. Los otros tres lo siguieron y se colocaron al rededor de la mesa ovalada.

Creo que sé a lo que te refieres… –Dijo Thalos apuntando con el dedo a la mesa en la que estaban el mapa con las fichas. –Estos somos nosotros… –Dijo el General tocando con el índice un cubo de madera con un escudo de la Guardia Real en la cara superior, el cual estaba rodeado por fichas negras. –Como pueden ver, mientras conversábamos, el enemigo nos ha rodeado. Nos hemos salvado, hasta ahora, porque esta no es una carpa corriente, pues la protege un poderosísimo hechizo.

Se dirigió hacia una de las paredes de la carpa y abrió una cortina, la cual separaba la habitación donde estaban de otra, la que contenía todo tipo de armaduras, espadas, dagas, arcos y cuanto arsenal de guerra pudieran imaginar.

El problema es que, una vez fuera de ésta, estaremos en medio de las tropas enemigas, valiéndonos sólo de nuestras habilidades, por lo que deberemos ser muy cautelosos. –Explicó Thalos a los tres. –Lo mismo de siempre, Bhorad? –Preguntó mientras alcanzaba una armadura ligera y una espada delgada.

Aceptaré la armadura… –Respondió Bhorad. –Pero ésta espada es mi favorita. No la dejaría perderse un espectáculo como éste.

Y tu, chiquillo… que llevarás? –Preguntó Thalos, mientras miraba a Clem.

Bueno, he aprendido a luchar con armaduras pesadas… –Dijo Clem, algo tímido. –Me gustaría llevar una, por favor…

No pareces tener la fuerza necesaria como para llevar una… –Respondió el General. –Prueba si te puedes ésta. –Prosiguió Thalos apoyando su mano sobre una armadura negra, la cual era hermosa. Tenía grabados dorados y rojos por todos lados, un cuello ancho e incluso incluía un buen par de grevas.

Clem estaba impresionado. Jamás en su vida imaginó poder usar una armadura tan costosa.

Cambia esa cara chico, aun falta lo mejor…. –Dijo Thalos con una sonrisa en la cara. –prueba su peso.

Clem hizo caso a lo que le decían. La levantó de su atril y su peso le impresionó, pues era una coraza maciza, pero pesaba casi como una cota de mallas. El Chico miró a Thalos impresionado mientras se comenzaba a colocar la armadura.

Alquimia Chico, alquimia… –Dijo el General, antes de que Clem pudiera articular una palabra. –Vamos!! Apresúrate!! No hay tiempo que perder. Toma Bhorad, éstas son las que te gustan, no? –Preguntó en seguida Thalos con una sonrisa en la cara, mientras le alcanzaba una coraza de cuero tachonado, cubierta en el pecho y en los brazos por paños de malla metálica. –Y tú, ser alado… vas a querer algún arma o armadura?...

No señor Thalos… tengo que ocupar mis alas… –Respondió Fao al General.

Muy bien, el momento ha llegado… -Dijo Thalos apuntando hacia la puerta, mientras la pesada masa colgaba de su mano izquierda. –Bhorad y Clem, en el momento en que ustedes abran esas cortinas, estaremos a merced de Dráerus.

>>En este momento estamos rodeados, por lo que saldré antes para crear algo de espacio. –Explicaba el General, mientras Clem y Bhorad terminaban de abrochar sus nuevas armaduras. –Luego, justo después de que lance el primer golpe, ustedes saldrán a cubrirme. Cuanto tiempo crees que necesites? –Preguntó mirando a Fao.

No lo sé…. –Dijo Fao pensativa, mientras miraba el suelo. –Eso depende de que tan lejos esté la casa del alquimista y de cuantos enemigos sean… deben darme tiempo.

Clem y Bhorad se habían colocado ya en los costados del umbral, cuando el general se acercó a Bhorad y, sin previo aviso, le propinó otro monumental golpe en la quijada.

Eso es por escupir en mi aflombra... es bastante costosa, sabías? -Dijo Thalos mientras Bhorad se limpiaba una vez más la sangre del borde izquierdo de su boca. A pesar del golpe, Bhorad de devolvió una sonrisa. Ese trato era normal entre ellos.

Listos? –Preguntó Thalos, retrocediendo y empuñando su mano derecha. –Nosotros formaremos un perímetro, mientras el ser alado hace lo suyo... no dejen que nada atraviese nuestra formación, les quedó claro?

Sí, señor. –Respondió Clem imitando a los soldados de la Guardia Real, mientras tomaba con su mano izquierda la cortina y con la mano derecha su espada. Bhorad estaba al frente suyo, tomando la otra cortina con su mano derecha.

Como en los viejos tiempos, Bhorad… –Dijo el caballero de la armadura blanca, mientras llevaba su brazo derecho hacia su cintura y éste comenzaba a soltar un leve destello rojo.

Como en los viejos tiempos, Thalos… –Respondió Bhorad mientras sonreía.

AHORAA!!!!! –Gritó enardecidamente Thalos.

Clem y Bhorad abrieron las cortinas. Apenas éstas se separaron, el ensordecedor ruido de la batalla llenó la carpa del General, mientras que uno de los soldados de cuatro piernas miraba hacia dentro de la carpa, comenzando a gruñir.

El General de la Guardia Real comenzó a correr con determinación hacia la horda de esbirros. El luchador de cuatro piernas arremetió con su espada contra Thalos, la cual rebotó en la gruesa armadura blanca, soltando una chispa al aire. El General ni siquiera se inmutó.

La criatura dio un paso hacia atrás por efecto del rebote de su espada, mientras el General Thalos se agachaba y daba un fuerte golpe al suelo con su puño derecho.

En ese momento se escuchó un golpe que retumbó en toda la tienda, como si hubiesen tocado un tambor ahí dentro, y la tierra tembló. El engendro estaba ya arremetiendo otra vez contra Thalos, mientras otros combatientes enemigos se habían percatado de la presencia del General. En ese momento, los dorados cabellos de Thalos comenzaron a volar sobre su espalda. El caballero de la armadura banca lanzó un fuerte grito mirando al suelo, a la vez que el sonido de la explosión ensordecía a Clem, Fao y Bhorad. Todas las criaturas a su alrededor salieron despedidas por los aires y caían, azotándose una contra otra. El golpe fue poderosísimo, como si hubiera explotado una bomba en medio de las formaciones enemigas, dejando un arco de aproximadamente cinco pasos de lado a lado alrededor de la salida de la carpa.

A ELLOS!!! –Gritó el furioso General, mientras se levantaba, dándole impulso a su consistente masa, para arremeter contra la turba de enemigos.

Fao se volteó hacia Clem y le besó en los labios.

No mueras, Clem… –Le dijo Fao, a lo que el joven respondió con una sonrisa.

Bhorad y Clem comenzaron a correr enfurecidos hacia la turba de engendros. Ambos sabían que, probablemente, ésta sería su última batalla.

La chica salió corriendo a toda prisa detrás de ellos y, mientras Clem decapitaba a una de las horribles criaturas con un fuerte golpe de su espada, Fao abrió sus brazos y su cuerpo comenzó a brillar.

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Tommmmaaaa!!!!

Les gustó???

Les cuento una anécdota: Cuando me imaginé la última escena, partiendo desde cuando Thalos grita "AHORA!!!!", iba sentado en el metro, volviendo a casa desde la playa, cuando de un momento a otro se me ocurrió, y un "LA RAJA!!" se me salió... y la gente me miró con cara de "y que bicho le picó a este loco??". me sentí un poco observado... sólo un poco.

jajajaja

espero que a ustedes les haya gustado también, aunque el final haya sido algo "hollywoodense". >.< style="" lang="ES-CL">

PS: mis agradecimientos a mi amiga Narkito por corregir los errores (de verdad que eran MUCHOS... XD). gracias niña... ^^

Fao y Clem (Capitulo 12b ó 13)

1 Espiritus Recolectados

Mode:.: Inspiración inducida:.
Escuchando:.:Avenged Sevenfold - Unbound (The Wild Ride):.

Hola gente!!! aquí les traigo la segunda y la tercera parte del capitulo 12. Voy a subir ambas ahora, para hacer una especie de "Check point", pues, como dije en el comentario del capitulo 12a, ya sé que resulta cansador leer más de 9 páginas de una sola tirada frente a un monitor. Es por esto, que he dividido el capítulo 13 (o 12b) en dos partes, pues me ha salido de 16 páginas... :P

en total, el capitulo 12 lleva ya 26 páginas... creo que para cuando lo publique tendré que, de todas maneras, cortarlo en al menos dos capitulos...

bueno, aquí va el capitulo 13 ó 12b de mi novela.

Enjoy ^^

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Bueno… tratemos entonces de bordearla… –Dijo Clem, alterado. –No es necesario pasar por el corazón de ésta…

Tienes razón Clem… ese lugar de allá se ve más despejado y oscuro. –Dijo Rotieg apuntando hacia el extremo derecho de la batalla. –Podremos pasar fácilmente si somos cuidadosos.

Fao estaba sentada en el suelo. Aun choqueada por lo que acababa de ver.

Hey!!! Que estás haciendo ahí! –Le dijo Rot a Fao. –Vamos!!

Fao se levantó y dejó sus pensamientos para después. Lo importante ahora era salir vivos de esto.

Mientras corrían, miraron hacia el campo de batalla. Ya, al menos, la mitad de los hombres de cada bando había muerto en la lucha… y ésta continuaba. Ahora comenzaban a llegar soldados armados con alabardas y cubiertos por gruesas armaduras. La ciudad de las mentiras se iba a ver sobrepasada.

“Si solo tuviera unos cuantos espíritus más…” pensaba Fao, haciendo planes sobre cómo podría terminar con la batalla.

Se internaron nuevamente en el bosque para pasar de ser percibidos. Clem corría con el arco en la mano. Ya había logrado recolectar más de diez flechas y tuvo la suerte de encontrarse un carcaj botado en el suelo. Rotieg corría atento a cualquier movimiento raro de cualquier rama del bosque, pues un nuevo embiste mágico era casi inminente.

Lograron llegar así al borde de la zona de batalla. Rot hizo aparecer la misma caja de hace un momento, cuando curaron a Clem. Lo hizo justo a tiempo, pues Fao se percató de que un grupo de guardias reales venía, directo hacia ellos, desde el otro lado del llano donde se libraba la batalla. Ya habían sido descubiertos.

Rápido!! Acérquense. –Dijo Rot tomando el frasco que contenía el líquido verde. Luego de destaparlo, untó una gota del líquido en la frente de cada uno. –Tomen mis hombros y levanten la otra mano. –Continuó. Fao y Clem hicieron lo que Rot les ordenaba. –Cuando yo termine conjurar el hechizo, ustedes deben empuñar la mano lo más fuerte posible y no abrirla hasta que yo les diga. Entendieron? –Preguntó.

Sí Rot. –Respondió Fao

Como digas, mago. –Dijo Clem algo nervioso, mientras se colgaba el arco en su hombro.

SCUTUM EX UMBRA!! –Gritó el joven mago, al momento que los tres apretaban el puño hacia el cielo. De a poco comenzaron a desaparecer, partiendo desde sus manos. En sus frentes, el líquido verde les quemaba la piel.

Cuando terminaron de desaparecer, veían todo de un color raro. Las formas eran normales, a excepción de las de ellos mismos, que eran solo siluetas difusas en medio de la noche.

Los soldados que se acercaban a gran velocidad se detuvieron de golpe al ver esto.

Ve a buscar a un mago!! Ahora!! –Ordenó uno de los Guardias reales, a lo que uno de ellos asintió y comenzó a correr en dirección de la batalla.

Vamos!! –Dijo la silueta de Clem a los otros. –No hay tiempo que perder.

Corrieron por la planicie, tratando de alejarse lo más posible de la batalla, la cual ya había pasado a una nueva fase. Los guardias reales ya habían tomado las armas que tenían en sus reservas. A la lucha se acercaban, desde las tiendas, caballeros equipados con grandes e impenetrables armaduras, mientras que los magos estaban ocupados detectando y delatando a los ladrones invisibles, que ya habían emboscado a la guardia real atacándoles por la espalda con las armas que se habían robado.

El olor de la sangre se expandía por todo el llano y Rot caminaba con su brazo sobre su nariz. El hedor a muerte y a cadáver quemado a causa de los hechizos de los magos era tan fuerte que le provocaban nauseas. Una suave y fría brisa corría, la cual le llevaba los gemidos y los gritos de los bravos luchadores de ambos bandos, junto con noticias de la batalla que se estaba librando a quien lo pudiera escuchar. El movimiento y el estruendo de la batalla llenaban ese frío viento con una nube de polvo que viajaba, llevando consigo la evidencia de la batalla a quien no supiera escuchar la voz del viento.

Los tres jóvenes siguieron corriendo hasta llegar a la mitad del llano. Justo a su izquierda se libraba una batalla sangrienta y, lo peor de todo, planeada por ellos.

Ya estaban muy cerca del paso y, de seguir invisibles, podrían pasar a Dráerus sin tener que luchar otra vez. El mago que habían mandado a llamar, para suerte de ellos, jamás llegó.

El olor a sangre era fuertísimo. En el momento en que estaban por llegar a la altura de las tiendas de los guardias reales, esquivando cadáveres que yacían con los ojos abiertos sobre el suelo y viendo cómo los soldados corrían desde las tiendas a dar apoyo a las fuerzas en batalla, un hombre, a una distancia considerable, se les puso al frente. Era un hombre delgado y alto. Estaba completamente vestido de negro. Su pelo era oscuro como la noche y de su cinturón colgaba una espada de hoja curva y delgada, junto con una ballesta. Su Brazo izquierdo estaba totalmente cubierto por una coraza metálica. Era Casiél.

Clem hizo un gesto que decía claramente “Corran!!”, tomó la mano de Fao y comenzaron a correr de vuelta hacia el bosque.

TAEDA EX LUX!! –Dijo Casiél con una voz calmada, casi imperceptible, y grave, mientras los apuntaba con el dedo índice.

Al momento, los tres chicos sintieron que la frente les quemaba como si tuviesen una braza dentro de la cabeza. Fao cayó al suelo gritando de dolor y tomándose la frente con ambas manos. En ese preciso momento, comenzaron a ver los colores como realmente eran y sus figuras volvieron verse como eran antes de volverse invisibles. Justo al borde del lugar de la batalla, el hechizo había sido roto.

Luego de un momento, el dolor cesó como por arte de magia. De un momento a otro, los tres chicos se incorporaron. Rot apuntaba asustado hacia todos lados con su índice. Clem tomó la espada de un soldado que yacía, con un brazo mutilado, justo bajo él. Fao todavía no se levantaba.

De pié Fao!!! –Gritó Clem, mientras que los guardias reales que se habían percatado de su presencia comenzaban a rodearlos.

Vaya… así que tu eres el famoso ser alado del que todos hablan… –Comenzó a hablar Casiél. –Yo esperaba encontrarme algo con una apariencia un poco más… agresiva. –Decía el cazador mientras se acercaba caminando.

Rot y Clem se percataron de que Fao no estaba aturdida por efecto del contra hechizo, si no porque Casiél la tenía sometida, por medio de la magia, bajo un peso que tenía a la chica sin poder realizar movimiento alguno.

Clem tomó con fuerza la ligera espada de la guardia real y apuntó amenazante al cuello de Casiél

Quieto ahí o te atravieso!! –Amenazó el chico retrasando un pié y doblando un poco sus rodillas como le habían enseñado hacía tiempo.

Vaya, tengo al frente a un valiente defensor de demonios. Al menos sabes tomar una espada… –Dijo Casiél, mientras desenfundaba su espada sin dejar de caminar hacia ellos. –Quítate de mi camino. Los guardias reales se encargarán de ti.

Fao luchaba intensamente por salir del peso del hechizo, pero sabía que todo intento físico por escapar era inútil.

SAGITA EX PETRA!! –Gritó Rotieg adelantando ambas manos. Al instante, aparecieron cinco picas de roca desde el suelo, las cuales se dirigieron directamente al cuerpo del cazador quien, con un ágil giro de su delgada y curva espada, cortó las cinco púas como si estuviesen hechas de género.

Piensas ganarme con un hechizo tan simple, aprendiz? –Se burló Casiél. –SAGITA EX PETRA!! –Invocó ésta vez Casiél. Sólo una pica de roca salió ahora del suelo, pero a una velocidad que superaba por mucho a las de Rotieg, quien no la alcanzo a esquivar. La delgada punta de roca atravesó de un lado a otro el brazo izquierdo del mago, quien tomó la pica con su mano derecha y lanzó un fuerte grito de dolor al aire, el que se perdió entre el estruendo de la batalla y el chocar de espadas.

Ves, joven mago?? –Habló nuevamente Casiél mientras se acercaba lentamente. –Así es como debes atacar. Rápido y preciso.

Clem, quien estaba un poco más delante de Rot y Fao, arremetió con toda su furia contra el cazador. Sólo necesitaba dar un paso para quedar a una distancia suficiente como para cortarlo a la mitad. El joven dio un salto hacia delante y bajó fuerte y velozmente su espada, dando su mejor golpe. Pero Casiél respondió levantando su brazo izquierdo y bloqueando el golpe de Clem con la coraza que lo cubría. Sin que el chico pudiese siquiera darse cuenta, Casiél ya había detenido el golpe de su espada a un costado de su cuello, a no más de un puño de distancia. Clem vio pasar en ese momento su vida completa frente a sus ojos: Rotieg, Famire y el alquimista, sus amigos de la infancia, su hermano, su madre, el viento cuando soplaba en su cara, el dulce olor de la primavera… Fao.

Casiél miró a los ojos de Clem durante un momento. Era una mirada desprovista de todo sentimiento. Tan fría como la roca.

Ya te dije que de ti se encargan los guardias reales!! –Gritó Casiél. Luego dio una fuerte patada frontal, la que cayó de lleno en el pecho de Clem, quien cayó al suelo de espalda junto a Fao, mientras Rotieg tomaba la lanza que le atravesaba el brazo y decía “Abolesco” con un hilo de voz. Al momento, la pica de roca que le atravesaba el brazo se desvaneció. El joven mago cayó de rodillas al suelo, mientras un grueso hilo de sangre corría por su brazo y se deslizaba por sus dedos para luego caer al suelo.

Mocosos inútiles… dejen ya de jugar!! –Gritó Casiél mientras sacaba una de las pequeñas botellas que guardaba en la correa de cuero que colgaba de su hombro. –QUIEN ESTÁ CON UN SER ALADO, ESTÁ EN CONTRA DEL REINO Y DE TODOS NOSOTROS!!.

Fao estaba asustada. Sin esferas de Lanz no podía hacer absolutamente nada. Se sentía completamente indefensa y pensó que había llegado la hora de su fin.

Cuando Casiél terminó de decir esto, lanzó la pequeña botella con fuerza contra el suelo, la cual reventó, soltando un destello de luz blanco que dejó a los tres chicos ciegos por un momento. Clem, Fao y Rotieg sintieron que sus vidas estaban acabadas. Solo esperaban sentir el filo de la espada de Casiél y luego, nada.

Para fortuna de los tres chicos, apenas la botella se reventó y el destello surgió desde el suelo, se escuchó el llamado de un cuerno. Cuando al fin Fao logró volver a ver, la punta de la espada de Casiél estaba apoyada justo sobre su cuello. Un pequeño Hilo de sangre corría hacia abajo llegando hasta su pecho y perdiéndose bajo su vestido. El cuerno seguía sonando a intervalos regulares, mientras se oía el galope de un caballo y una voz se acercaba gritando.

Dráerus!!... ya vienen los esbirros de Dráerus!!! Todos a sus puestos!! Dráerus atacará una vez más!! Todos a sus armas!! No tardan en llegar!!...

Oh no… -Susurró Casiél con un tono de preocupación evidente en su voz. –Hoy has sido afortunada demonio… –Dijo enfundando su espada. –Les daré caza otro día. Por ahora, disfruten de sus vidas. Escapen hacia donde quieran, pues los mataré de todos modos.

Cuando terminó de decir esto, salió corriendo en dirección a las tiendas de la guardia real. A medio camino, un enorme caballo negro comenzó a galopar junto a él. Casiél lo montó de un salto y se fue galopando en dirección de la batalla que se libraba entre los cansados guardias reales y los malheridos ladrones. Los soldados que rodeaban a los jóvenes lo siguieron.

Clem se incorporó rápidamente y se dirigió hacia donde estaba Fao, que estaba todavía congelada por el susto. Lo único que hacía era poner su mano sobre su herida y respirar de manera entrecortada.

Estás bien?? –Preguntó Clem todavía sin terminar de creer lo que les había pasado.

Si… es solo un rasguño. –Dijo Fao incorporándose. –Rot!!!!!...

El joven Rotieg estaba de rodillas en el suelo, con la vista perdida en el oscuro cielo y sujetando su brazo, el cual sangraba profusamente.

Rotieg!! Me escuchas!? Estás bien?? –Preguntó Fao poniéndose de pie para dirigirse en dirección del mago.

Si… Estoy bien. –Dijo el pálido Caidare mientras intentaba pararse. –Solo que he perdido algo de sangre… y me siento algo… mareado… -Dicho esto, se le doblaron las rodillas y cayó inconsciente al suelo, mientras su brazo seguía sangrando.

Oh no… Rot! Rot!! –Gritaba Clem mientras le daba golpecitos en la cara. –Rot!! Abre los ojos!!.

No había caso. Había perdido mucha sangre. Clem cortó parte de su ropa e hizo un torniquete en el brazo del mago.

Vamos… debemos llevarlo a un lugar seguro. –Dijo Clem sujetándolo sobre su hombro con una mano, mientras que con la otra sujetaba la espada que había recogido hacía poco.

Comenzaron así a correr colina arriba, hacia el paso de Laguerin. Estaban a tan solo unos minutos de pasar a Dráerus y de librarse de una vez por todas de la persecución de la guardia real, pero debía primero hacer algo con Rotieg. No podían llevarlo en ese estado y no podían dejarlo a su suerte en medio de los guardias reales.

De momento, Clem encontró un hueco entre dos casas, un hueco lo suficientemente oscuro como para poder pasar de ser percibidos, al menos hasta encontrar una manera curar a Rot. Bajo ellos, en la planicie, se escuchaban los gritos del mensajero.

Dráerus!!! Ya vienen los esbirros de Dráerus!!! –Gritaba mientras pasaba galopando entre la batalla. –Todos a sus puestos!! Que los arqueros se preparen!! Ya viene Dráerus!!

Fue impresionante ver cómo, personas de bandos totalmente opuestos dejaban de pelear. La guardia real comenzó a sacar armaduras y armas de las tiendas de campaña, mientras que los ladrones devolvían apresuradamente a los soldados las armas que habían robado.

Eso lo hacen porque viene Dráerus?? –Preguntó Fao extrañada al ver lo que estaba sucediendo.

Así es. No les conviene estar luchando mientras se enfrentan a Dráerus, puesto que ellos matarán a todos por igual. –Explicó Clem a Fao entre susurros. –Les da lo mismo el bando en el que estés, si no eres de ellos, eres su enemigo. Tú escuchaste lo que dijo Bhorad sobre los soldados de Dráerus. Son demonios.

Clem recién había terminado de hablar, cuando de pronto comenzaron a oír a lo lejos una mezcla de gritos agudos, que se acercaban a gran velocidad.

Son ellos… es solo cuestión de tiempo. –Susurró Clem con calma. –Ahora sólo debemos escondernos mejor y rezar para que no nos encuentren los esbirros de Dráerus.

El sonido aumentó y las piedras del suelo comenzaron a temblar. La gente corría despavorida de un lugar a otro. Fao y Clem veían pasar a mujeres, y niños de una casa a otra, mientras que los habitantes cerraban las ventanas y las aseguraban con rendijas metálicas. Veían venir lo inminente. Otra matanza de proporciones ocasionada por el reino de Dráerus. Abajo, en la planicie, el nuevo ejército de soldados seguía organizándose para recibir el ataque del reino enemigo. Con la cantidad de bajas que habían tenido ambos bandos, había que distribuir muy bien los recursos y las fuerzas para poder aguantar, al menos, hasta que llegaran los refuerzos de las ciudades aledañas.

Clem miraba en todas direcciones, mientras buscaba un lugar adecuado para esconderse.

–Podríamos entrar sin más a una casa, de seguro lo entenderían… –Dijo Clem pensando en voz alta

De pronto, Fao dio un salto y se puso de pie.

Clem!! Es Cuescos… está cerca… puedo sentirlo cerca –Dijo sobresaltada. –Le haré llegar hasta acá.

Fao cerró sus ojos y al cabo de un momento llegó cuescos, con Bhorad sobre él intentando llevarlo hacia otro lado. El ex guardia traía otro caballo tirándolo de una rienda

Vaya!! Hasta que al fin los encuentro. –Dijo Bhorad. Se veía imponente sobre el lomo de Cuescos. –Debemos irnos cuanto antes de aquí!! Los centinelas voladores no tardan en llegar. –Dijo apuntando en dirección al paso fronterizo. Una nube de criaturas con alas se acercaba volando desde el este. –Rápido! Sube a tu amigo!

Clem le hizo caso. Sin hacer preguntas, subió al desfallecido Rot delante de Bhorad, quien lo sujetó con un brazo para que no cayera. Luego de esto, ayudó a Fao a montar en el otro caballo para luego subir él.

Vamos!! No hay tiempo que perder. –Les dijo Bhorad y dio con fuerza en las costillas de cuescos, quien comenzó su frenética carrera hacia el paso. Clem hizo lo mismo, poniéndose a la par con Cuescos.

–Dráerus viene por Fao. Si sacamos a la chica de aquí, probablemente dejen a este pueblo en paz. –Explicó Bhorad mientras galopaban a toda velocidad. –Nunca dejas de causar problemas, eh?. He hablado con un amigo mío que hace guardia en el paso. Él les dejará irse. Por ahora debemos darnos prisa!!

Iban galopando a toda velocidad directamente hacia ejército de Dráerus, cuando Rotieg se incorporó a duras penas.

Están invocando el Muro de Fulgor… deben… detenerse… –Dijo Rot a Bhorad con un hilo de voz.

Estás delirando Rot… No te esfuerces. –Le dijo Bhorad al joven mago.

Para!!! –Gritó Rot con todo lo que pudo, mientras tomaba una rienda con su mano derecha.

Que haces estúpido!!?? –Gritó Bhorad, al tiempo que Cuescos se detenía casi en seco.

Es una buena estrategia… -Dijo Rot bajándose dificultosamente del caballo. –El Muro de Fulgor puede detener a las tropas de Dráerus, pero es uno de los hechizos más complejos que existe y tiene que ser invocado a tres voces, pero solo logro escuchar dos. Jamás lo lograrán sin un tercer mago invocándolo. Clem… –Dijo Rot manteniéndose en pie mientras sujetaba su brazo izquierdo. –Creo que nosotros matamos al tercer mago… si logramos invocar el Muro de Fulgor, tenemos posibilidades de salvar la ciudad completa, o al menos resguardarla hasta que arriben los refuerzos.

Está bien… lo haremos. –Respondió Clem al mago.

Están locos!! –Gritó Bhorad a Clem. –Solo tienen una oportunidad y no creo que tu tengas la experiencia suficiente como para invocar algo de ese tamaño!!! –Bramó furioso Bhorad, volviendo su mirada hacia Rot.

Eso está por verse… –Dijo Rot en voz baja y tambaleándose por la falta de sangre. –Clem! Saca el libro azul de mi bolso y ábrelo en la página cuatrocientos noventa y siete.

Clem hizo lo que le pidió el mago. Le pidió que le sujetara el libro abierto frente a él y comenzó a recitar palabras en un idioma que ninguno de los otros tres presentes conocía.

El estruendo del ejército de Dráerus se hacía cada vez más fuerte. Ya habían cruzado el paso fronterizo e iniciaban su frenética marcha por las calles de Láguerin. Los soldados voladores ya comenzaban a ralentizar su vuelo para descender, mientras que los arqueros desde las torres vigía tensaban sus arcos, preparándose para la batalla.

De un momento a otro, Rotieg comenzó a brillar de un color azul pálido, mientras que, a un extremo del campo de batalla, un tipo comenzaba a brillar con un amarillo pálido y otro, en el otro extremo, se iluminaba con un fulgor rojo, también pálido. Rot comenzó a hablar cada vez más fuerte en ese idioma que todos desconocían, mientras brillaba con mayor intensidad. A Clem lo cegó el brillo y dejó de mirar. Luego, Rotieg levantó su brazo derecho con la palma de su mano apuntando hacia el cielo, y de su boca salieron tres voces al unísono, con la suya entremedio.

Por eso pedimos al universo,
Que la luz nos conceda su protección!!

El mago levantó la vista hacia el oscuro cielo y gritó:

MURO DE FULGOR!!!!!

En ese momento, todo el brillo que envolvía a Rot y a los otros dos magos, salió despedido hacia arriba como un grueso haz de luz, el cual se expandió sobre la ciudad y sobre el campo de batalla, formando un gran domo impenetrable desde el exterior. Pero, para desgracia de los habitantes y de los tres jóvenes viajeros, una parte del ejército enemigo había logrado entrar a la ciudad y avanzaban a gran velocidad hacia ellos, arrasando con todo a su paso.

Rotieg se desplomó sobre sus piernas y cayó de costado al suelo. Fao y Clem llegaron en un instante a su lado.

No puedo más Clem, Fao… sólo voy a… descansar un poco. –Dijo Rotieg, antes de quedar nuevamente inconsciente.

Maldición, lo que me faltaba… es otra vez un bulto. –Refunfuñó Bhorad, mientras lo tomaba y lo colocaba rápidamente delante de la montura. El ejército de Dráerus avanzaba a toda velocidad en su contra y estaban tan solo a unas pocas casas de ellos. Bhorad comenzó a galopar a toda velocidad sobre cuescos, en dirección del lugar donde se libraba hacía unos momentos la batalla. –Rápido!! CORRAN!!!

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Bueno, con respecto a las imágenes, le pedí a mi hermano Andrés que me dibujara la de este capitulo, pues es una escena demaciado específica y no puedo encontrar imágenes que encajen con ésta.

Apenas me mande el dibujo, lo subiré.

Por favor recuerden avisarme si encuentran fallas en la redacción, palabras mal escritas o cualquier cosa por el estilo, vale?

Muchas gracias por leer y sigan con el capitulo 14 ó 12c... lo subo ahora mismo.

Espero que les haya gustado.

See ya

Lothar_Daisuke

5 de octubre de 2007

Fao y Clem (Capitulo 12)

2 Espiritus Recolectados

Mode:.:I Should be studing...:.
Escuchando:.:HIM - The beginning of the end:.

Hola gente!!! Tanto tiempo, no?? La verdad es que les debo una disculpa doble. Prometí subir el capitulo 12 lo antes posible en agosto. Estamos a octubre y recién lo estoy publicando…

Lo otro por lo que debo pedirles disculpas (bueno… no sé si realmente disculpas), es por hacer que la primera parte del libro durara 13 capítulos en lugar de 12. lo que pasa es que llevo ya 16 páginas escritas desde el capitulo 11, y eso es mucho para leer de una sola tirada frente al monitor del pc… además, me gusta crear esa expectación e intriga con la que quedan cuando terminan de leer un capitulo… esa es la parte cuando ustedes piden más y más. Jejeje…

A mi gusto, está quedando bastante bueno. Espero que no me vean como sobrado, pero es que de verdad que a mi me gustó bastante… y espero que les guste muchísimo a ustedes también ^^

Let’s read!!!

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Bhorad y Rotieg se dirigieron en silencio hacia la choza donde habían dormido la noche anterior. El silencio reinaba ahí dentro.

¿Sabes luchar, chiquillo? –Preguntó Bhorad rompiendo el silencio que ya se hacía incómodo. –Supongo que esa magia tuya no sirve tan solo para cocinar…

Por supuesto que sé luchar! Vengo de la academia de magos… –Respondió Rot extrañado.

Pues bien, comienza a preparar tus cosas y a repasar tus hechizos. –Dijo Bhorad. –Eres el único mago que hay en la ciudad, por lo que eres el único que puede luchar contra los magos del ejército.

Rot quedó congelado. Era claro que sabía luchar utilizando la magia, pero estaban hablando sobre pelear contra los magos del ejército real. Eran personas con muchísima más experiencia que él y, por lo tanto, no había punto de comparación entre su poder y el de los profesionales.

Pero Bhorad… yo soy solo un novato en comparación con ellos. –Dijo Rot con la voz temblorosa.

Bueno, entonces tienes un día y media noche para hacerte tan poderoso como ellos. –Respondió Bhorad a sabiendas de que lo que pedía era imposible.

Rot se dirigió de inmediato hacia donde se encontraba su morral con sus libros de magia, maldiciendo entre dientes al aire, y comenzó a leerlos.


Fao seguía abrazada a Clem. Llorando con la cara apoyada en su pecho. La multitud ya se había disipado y no había una sola persona en la calle.

Vamos Fao. No me gusta este pueblo… y mucho menos sus calles. –Dijo Clem Separándola de su pecho. –Debemos idear un plan para poder pasar a Dráerus mientras se libra esa batalla.

Caminaron de vuelta a la cabaña de Bhorad. Cuando pasaban por frente a alguna ventana, esta era bruscamente cerrada desde adentro. Las madres escondían a sus desnutridos hijos en las casas, mientras que en otras, cuando pasaban los jóvenes, los insultaban o desenfundaban sus armas, atentos a cualquier movimiento brusco de ellos.

Clem sentía una ira enorme. Le daba rabia que la gente se dejara llevar por historias populares sin tener ellos idea alguna sobre la naturaleza, las ideas y el comportamiento de Fao.

Fao, por su parte, solo sentía pena. Pena por cada una de las personas que la habían obligado a matar. Pena por cada uno de aquellos que la habían condenado a luchar en una batalla que no tendría porqué librarse. Sentía pena porque esas personas no pensaban con el corazón, ni con la cabeza, ni con el alma, sino que eran impulsados únicamente por la necesidad de comer. Sentía pena por el destino que le había tocado seguir.

Al fin llegaron a la choza. Adentro se encontraron con un atareado espadachín haciendo un fuego para cocinar el almuerzo y con un aplicado mago estudiando hechizos de su libro azul.

Bhorad pidió a Rot que le pasara las provisiones, éste accedió haciendo aparecer la misma caja sellada que había hecho aparecer la noche anterior. Bhorad cocinó y comieron en abundancia, pero en silencio.

Cuando terminaron de comer, Bhorad dijo la primera palabra que habían escuchado esas paredes desde que mandó a Rot a estudiar sus hechizos.

Chicos, tengo algo que decirles. –Dijo Bhorad con un aire de preocupación. –Les contaré algo que, con seguridad, les servirá de mucho.

–En el reino de Dráerus, nada es realmente lo que parece. Desde tiempos inmemorables, la armada de ese reino se ha compuesto de esbirros, gente que debería estar muerta, pero que ha sido transformada por alquimistas y magos en criaturas horrendas. Quiero que les quede muy claro esto: esas cosas NO TIENEN ALMA. –Dijo Bhorad pausada y claramente. –Si se topan con algún esbirro allá en Dráerus, sólo tendrán dos opciones: matarlo o correr y perderlo… Les recomiendo la opción de matarlo, pues, si se da la alarma en Dráerus de que hay intrusos del reino de Aigus, tengan por seguro que estarán muertos antes de que puedan ver el sol nuevamente. O peor aun, los transformarán en esbirros y se condenarán a servir a Dráerus y a vivir entre las sombras y el frío durante el resto la eternidad… o hasta que se les de muerte en alguna batalla, que es lo mejor que les podría pasar en ese caso.

Clem… –Continuó Bhorad. –Hay algo que debes saber. Tu hermano, si es que no murió en la batalla, que es lo más probable, es ahora un esbirro de Dráerus. Si te llegaras a encontrar con él, no dudes en darle muerte, pues te aseguro que es el mayor favor que podrías hacerle.

Estás pidiéndome que mate a mi propio hermano?? Debes de estar loco… –Dijo Clem sin terminar de creer lo que acababa de oír. –Jamás podría…

Lo supuse… –Respondió el ex guardia real. –Lo tendré que hacer yo mismo.

Ni lo intentes… –Dijo Clem con tono amenazador.

Piénsalo bien Clem… Sé que lo entenderás. –Terminó Bhorad mientras se levantaba de su asiento. –Los veré cuando caiga la noche. Hagan lo que quieran ahora… este ya no es más mi hogar. De hecho, nunca lo fue. –Esas fueron las últimas palabras que oyeron de Bhorad antes de salir de la casa.

Así transcurrió el tiempo. Mientras Rot repasaba hechizos, hacía esferas de fuego, manipulaba columnas de agua y hacía pequeños torbellinos invocándolos con palabras en un idioma desconocido para Fao y para Clem, estos dos últimos ideaban un plan para lograr escapar hacia Dráerus.

Bien, Repasémoslo una vez más. –Dijo Clem con un trozo de carbón en la mano y la mesa rayada por todos lados. –Cuando la batalla comience, Rot hará estallar una luz que dejará a todos ciegos por unos instantes. Que harás tú entonces?? –Preguntó Clem a Fao.

Un escondite con esferas de Lanz lo suficientemente grande como para los tres, me esconderé en él mientras Rot y tú defienden el exterior y nos moveremos sin hacer ruido hasta una distancia considerable de la batalla. –Dijo Fao ya aburrida de repetirlo. –Luego…

Omite lo que viene luego. –Interrumpió Clem. –Acabo de darme cuenta de que, si no conocemos el terreno, es difícil hacer un plan a partir de ese punto. Creo que tendremos que improvisar.

No me gusta mucho esa idea Clem… -Dijo Rotieg. –Podríamos quedar en medio de la batalla y esa idea, definitivamente, no me agrada.

Tienes algún plan?? –Preguntó Fao.

No… De tener uno, no crees que lo hubiese mencionado ya? –Respondió el mago.

El silencio reinó otra vez en la choza. A medida que transcurría el tiempo, el pueblo comenzaba a llenarse con un murmullo. Al caer la noche, la calle principal era un mar de antorchas y brillos de espadas. Algunos todavía terminaban de hacer flechas, mientras que otros bebían algo que los tres jóvenes desconocían, pero que definitivamente hacía a la gente entrar en un estado de euforia total.

De pronto, la ciudad de las mentiras se había transformado en un mar de demonios sujetando antorchas, espadas, arcos, dagas, mazas… toda persona que pudiese tensar un arco o levantar una porra o espada iría a la batalla. Algunos lloraban, mientras que a otros se les notaba el gusto por la guerra en la sonrisa maquiavélica que ostentaban.

A Clem le sudaban las manos y Rotieg temblaba de sólo pensar en que tendría que defenderse de los embistes de los hechizos de los magos de la guardia real.

De entre la multitud apareció, una vez más, Garfem. Subió al improvisado escenario y comenzó a hablar.

Ya todos sabemos lo que nos toca hacer… -Se dirigió hacia la muchedumbre. –Ésta noche, amigos, tendremos nuestra venganza!!! Como ya saben, irá adelante el grupo de los más ágiles, luego, cuando estén bien resguardados, bañaremos su campamento con flechas y, al final, entrarán los combatientes directos a luchar cuerpo a cuerpo… eso es por si a alguien le ha quedado alguna duda. TOMENLO TODO Y NO DEJEN HOMBRE EN PIE!!!–Cuando Garfem terminó de decir esto, el primer grupo se encaminó hacia la puerta del pueblo, dispuesto a dispersarse entre los árboles.

El plan consistía en lo siguiente: Un grupo de la gente más ágil y hábil en los hurtos, se escabulliría por entre las tiendas recolectando la mayor cantidad de armas posibles y matando sigilosamente a los guardias de turno. Si eran descubiertos, los ladrones darían una señal de alarma, a la que los arqueros soltarían sus flechas antes de tiempo. La idea era no perder la sorpresa del ataque. De lo contrario, si lograban recolectar exitosamente las armas y las municiones de la guardia real para esconderlas bien amarradas, se escabullirían en el pueblo para luego atacar por la espalda al batallón real cuando estén luchando con el resto de la ciudad de las mentiras. Como estarían sin armaduras y sin muchas armas disponibles, la victoria era posible. Pero hubo algo esa noche… algo que nadie se esperaba.

Mientras la gente se encaminaba a la salida principal, Rotieg libraba una lucha interior. Era gente pobre, casi sin armas y débil, por lo que tenían muy pocas posibilidades de llevar a cabo un movimiento tan arriesgado y que necesitaba de tanta precisión y exactitud. Rápidamente fue corriendo hacia la puerta principal antes de que saliera el ejército de ladrones y se paró obstruyendo el paso.

Tengo una mejor idea!! –Vociferó el joven mago. Luego se agachó y recogió una piedra del suelo. –Señor Garfem... como ya bien sabe, soy mago recién graduado del instituto de artes mágicas de la capital… tome esta piedra. –Dijo Rotieg envolviéndola con su mano y haciéndola brillar con un destello anaranjado.

Que te traes entre manos, chico? –Preguntó Garfem con su armadura brillando a la luz de las antorchas.

Verá… Usted debe conservar esta piedra. Yo iré con el primer grupo de asalto… –Comenzó a explicar el joven a Garfem.

Estaban escondidos en el bosque. En el pueblo fronterizo de Laguerin se veía como una a una se apagaban las antorchas y las luces de las tiendas se iban desvaneciendo poco a poco. Sólo quedaban algunos fuegos encendidos y uno que otro guardia haciendo rondas de rutina por la ciudadela.

Escúchenme muy atentamente… –Comenzó a explicar Rot. –Necesito que todos me traigan algún objeto que mantengan constantemente pegado a su piel. Necesito que sea algo sólido y macizo.

Y para que nos pides eso?? –Preguntó uno de los ladrones.

Sólo hazlo! –Gritó en susurros Rot.

En poco rato, Rot tenía frente a él una colección de anillos, collares, aros, pulseras, y todo tipo de accesorios. Se sacó la chaqueta que llevaba puesta y los colocó todos sobre ésta. Luego, sacó una pequeña botella de color verde de su morral, puso una gota de su contenido sobre cada uno de los objetos, cerró los ojos y comenzó a recitar.

Hago un llamado a cada fracción de la materia,
Un llamado a cada ínfima parte de la creación,
desciende el vacío hasta la oscuridad inalcanzable,
de la luz hacia lo obscuro y que "la nada" hable...

Rotieg abrió los ojos súbitamente, mirando hacia abajo con los ojos destellando una tenue luz blanca. De un momento a otro, de cada accesorio que tenía frente a él, comenzaron a salir chispas azules, las que ascendían lentamente hasta llegar a un palo que sujetaba Rot con su mano izquierda, de manera horizontal, sobre los objetos.

SCUTUM EX UMBRA!!

Los anillos, collares, pulseras, y demás objetos se tornaron de color rojo intenso antes de apagarse. Rot se levantó y se dirigió a su impresionado público.

Ahora, a partir del momento en que el objeto que me pasaron toque su piel, ustedes serán invisibles a la vista, pero tengan cuidado, pues seguirán oliendo como siempre y, si hacen ruido, los oirán de todas maneras. También podrán verse, aunque de manera difusa, entre ustedes. –Explicó Caidare a los ladrones. –Pero sean precavidos, pues cuando el objeto deje de tocar su piel, este perderá todas sus propiedades mágicas, volverá a ser como era antes y ustedes quedarán totalmente vulnerables a la vista… perderán todo el poder que les he entregado.

Todos comenzaron a tomar, con suma cautela, los objetos que habían sido hechizados por el joven mago. Uno a uno comenzaron a desaparecer, dejando sus huellas como única evidencia de su existencia. Un murmullo nervioso comenzó a llenar el aire. Ahora tenían la ventaja de la sorpresa en sus manos.

Rotieg, antes de seguir a la masa de huellas, se colocó una gota de líquido verde en la frente, levantó su mano apuntando con su palma hacia el cielo y empuñó la mano de manera violenta, desapareciendo lentamente. Comenzando desde su puño hasta llegar a sus pies. Luego, sus huellas se perdieron en la oscuridad junto con las demás.

Mientras, Clem y Fao se mantenían en el grupo de Garfem. Apenas los invisibles ladrones desaparecieron de la vista de los demás combatientes, comenzaron los preparativos para asaltar a la desprevenida guardia real. Todos, incluyendo a Clem, fueron equipados con arcos, muy mal hechos y de poca potencia, pero eran arcos y, lo que más importaba, funcionaban. La ciudad de las mentiras se dispersó por el bosque y, uno a uno, fueron tomando posición lo más cerca posible del campamento. Si lograban quedar al borde del bosque, las flechas alcanzarían a llegar sin mayor problema a las tiendas de donde iban a salir los soldados.

Garfem esperaba impaciente mientras miraba la piedra que le había pasado Rotieg. A la primera flecha que volara, la cual iba a ser disparada por Garfem al recibir la señal de Caidare, los demás dejarían caer una lluvia de flechas sobre el campamento.

Esperaron. A cada segundo, el aire se hacía más tenso. No veían acción en la ciudad, lo que por un lado indicaba que los del primer grupo no habían sido descubiertos todavía., pero a la vez, hacía crecer la expectación y el nerviosismo entre los hombres.

De un momento a otro, la piedra que sostenía Garfem en su mano derecha se comenzó a tornar roja y poco a poco fue derritiéndose hasta escabullirse completamente por entre los dedos del Jefe de los bandidos. Era la señal.

–Es el momento… -Dijo Garfem al hombre que tenía al lado. Tensó su arco y, junto con él, comenzaron a tensar sus armas los hombres que estaban a sus costados. Contó hasta diez antes de soltar la flecha, para que todos se terminaran de percatar que la batalla estaba por empezar.

Una flecha voló y, detrás de ella, otro centenar de proyectiles salía despedido por los aires.

Fao se tapó la cara y se puso a llorar. No quería que eso sucediera. Los gritos comenzaron a llenar la noche. Gritos de dolor, miedo y alarma saturaron los oídos de la chica. Las imágenes de la gente muriendo mientras dormían. El olor a sangre. Todas esas presencias desapareciendo y elevándose hacia la noche. Pero había algo que la asustaba más que eso aun. Era esa presencia. Ese aterrador ser que habían visto hacía días atrás estaba ahí. Era Casiél.

Clem… Casiél está aquí. Lo puedo sentir. Y lo peor es que sé que él puede sentirme también. –Dijo Fao entre sollozos. Estaba tan asustada que no reaccionaba siquiera a moverse.

Vamos Fao… tenemos que escapar de aquí. Ya no tardará en empezar la batalla cuerpo a cuerpo. –Dijo Clem jalándola del brazo y llevándola hacia la parte de atrás del disperso batallón.

Todo se desenvolvía a una velocidad increíble. Acababan de lanzar la tercera lluvia de flechas, cuando al menos unos cincuenta hombres se comenzaban a acercar, corriendo sólo con garrotes, escudos, espadas y una que otra lanza. El plan había dado resultado. Había, incluso, hombres que venían con el torso descubierto y una espada corta en una mano.

Garfem ordenó lanzar el último grupo de flechas antes de que la batalla comenzara de verdad. Las condiciones eran iguales; las armas no podían hacer la diferencia. Solo la habilidad importaba ahora.

A un grito estruendoso de Garfem, todos los arqueros se transformaron, como por arte de magia, en espadachines y emergieron del bosque, furiosos, como una ola que entra en la arena con toda la fuerza del mar.

No se muevan!! Piensan que soy estúpido? Ustedes vienen conmigo!! –Gritó Garfem mirando hacia atrás.

Corre Fao!!! –Gritó Clem mientras tomaba la muñeca de la chica y comenzaba a correr. No habían dado más de cinco pasos, cuando una flecha se clavó justo al lado de él en un árbol.

He dicho que se no se muevan!! –Gritó Garfem mientras Clem quedaba congelado. –No me gusta la idea de llevar mocosos a la batalla… si quieres vete, pero la chica se queda aquí.

A Clem le faltaban las palabras para expresar toda la ira que contenía en ese momento. Se quedaron quietos mirándolo. Mientras, Garfem se acercaba a paso rápido apuntándolos con una aguzada flecha.

Espero que hoy mueras y te pudras en el infierno Garfem… -Dijo Clem con los ojos llenos de rabia.

Yo ya he estado en el infierno muchacho, y es un lugar que siquiera puedes imaginar. Se llama Dráerus. –Dijo Garfem mientras se acercaba a ellos. Llegó a su lado y bajó el arco para empuñar la gran espada que tría colgando de su cintura. –Vamos pequeña… tienes trabajo que hacer. –Le dijo a Fao tomándola fuertemente de un brazo y lanzándola al suelo. –Y tú, muchacho, serás mi seguro en caso de que a tu amiga se le ocurra traicionarnos… –Dijo, mientras golpeaba a Clem en la cabeza con la cacha de su espada. Clem sintió el golpe. Todo se veía borroso y los sonidos se escuchaban difusos. El tiempo se detuvo y lo último que logró escuchar fue a Fao gritando su nombre, mientras veía que la silueta de su pelo dorado caía sobre él.

El muchacho cayó aturdido al suelo. El gigante sacó a Fao de encima de Clem y lo subió a uno de sus hombros. Igual como se hacía con los sacos en las cosechas.

Camina chiquilla… prefiero seguir siendo gentil con tu amigo. No me gusta hacer daño, sabes? –Dijo Garfem de manera sarcástica.

A Fao no le quedaban alternativas. Ayudaba a Garfem, o Clem moría.

Comenzaron a caminar hacia el campo de batalla. Cuando llegaron a la planicie, ambas tropas estaban a poca distancia de chocar. Fao veía cómo las espadas de los ladrones se elevaban y las lanzas de los soldados embestían contra ellos. La colisión fue monumental. Decenas de hombres murieron en un abrir y cerrar de ojos.

Fao comenzó a invocar esferas de Lanz. Las lágrimas rodaban hasta su boca una tras otra. De un momento a otro, siete esferas de Lanz flotaban alrededor de Fao, quien mantenía ambos brazos apuntando hacia el cielo. Cuando terminó de invocar la octava, éstas tomaron posición un poco más delante que ellos y comenzaron a formar una línea se extendía alrededor de cuarenta o cincuenta pasos a lo largo. Fao Bajó los brazos con las palmas apuntando hacia abajo, a lo que las esferas se enterraron en el suelo. Luego, Fao adelantó las manos como estuviese empujando algo, hasta dejarlas estiradas por completo, a lo que las esferas de Lanz respondieron adelantándose con la velocidad y el estruendo de un río caudaloso, agrietando levemente la tierra hasta llegar al lugar de la batalla. Cuando se hallaron justo debajo del escuadrón enemigo, Fao colocó sus manos abiertas a la altura de su cintura, con sus palmas apuntando hacia el cielo, para luego levantarlas violentamente. Bastó éste movimiento para que una explosión recorriera el seno se la formación de guardias, matando a decenas de hombres a la vez. Fao se arrodilló, miró hacia el cielo despejado y lanzó un fuerte grito de dolor al aire. Jamás en su vida había acabado con una vida y ahora, en cuestión de segundos, había sido el verdugo de todas esas personas que merecían vivir.

Ajajajaja!!! –Rió el enorme hombre. –Perfecto!! Hazlo otra vez!! Quero ver ese ejercito muerto!!! –Gritaba Garfem a sus espaldas. Clem yacía inconsciente, en el suelo y con la cabeza sangrando.

–Vamos perra!! Levántate y lanza ese hechizo otra vez!! Quiero ver como esos malditos sufren!! –Gritaba el eufórico Garfem tomando su gran espada con una sola mano, mientras tomaba a Fao del pelo. Su cara se había desfigurado completamente y ya no parecía el Garfem que Fao conoció. Ahora parecía un completo demente.

CONCITATUS SOMNIS!!

Al escucharse en la noche estas palabras, el eufórico gigante se tambaleó bastante aturdido, pero no alcanzó a perder el equilibrio.

Que fue eso!! –Dijo Garfem confundido. –Muéstrate y lucha de frente, cobarde!! –Bramó tambaleándose aún.

SUBITUS CONCUTIO!!

Esta vez, el gigante levantó los ojos hasta dejarlos en blanco y cayó hacia atrás, encima de Clem. Fao se dio cuenta de que se trataba de Rot.

Rot!! Donde estás!!? –Preguntó llorando con desesperación.

Aquí… –Dijo el joven mago mientras aparecía. Comenzó desde los pies y lo último que apareció fue su mano empuñada, mientras que de su frente salía, desvaneciéndose en el aire, una pequeña columna de humo verde. –Vamos Fao. Ahora es el momento… que haces ahí!! Muévete!! –Gritó tomando a Clem, subiéndolo a su hombro tal y como lo había tomado Garfem y comenzando a avanzar hacia el bosque. Debemos curarlo, o por lo menos, hacer que despierte.

Se dirigieron de vuelta al bosque. Cuando llegaron a la protección de los árboles, Caidare dejó al desfallecido Clem en el suelo.

Rápido! Necesitamos que despierte! –Dijo Rot y estiró su mano hacia delante. –Tertia Capsa! –Al momento apareció el torbellino de colores. Cuando éste desapareció, dejó en su lugar una caja con las mismas características de la que había hecho aparecer en la ciudad de las mentiras. –Ostendo Contineo! –Dijo, y la caja se abrió, dejando al descubierto un sinnúmero de botellas de variados colores. Cogió una que contenía un líquido incoloro, quitó el corcho que tapaba el orificio, y le pidió a Fao que le abriera la boca a Clem. Fao hizo lo que le pidieron y Rot vertió un pequeño chorro del líquido dentro de la boca del joven. Al momento, Clem abrió los ojos y quiso sentarse, pero Rot lo tomó de los hombros y se lo impidió.

Quieto Clem… aun no terminamos de curarte. –Dijo Rot dejando la pequeña botella nuevamente en la caja y poniéndose de pié. –Contego Contineo! – la tapa de la caja subió por sí sola y se selló nuevamente. –Celare Capsa! –Recitó el joven mago. Unos segundos después, la caja se había desvanecido debajo del pequeño torbellino de colores.

–Rápido Fao! Cura sus heridas! –Ordenó Rotieg.

Fao tomó la cabeza del aun aturdido Clem por la nuca, poniendo su otra mano en el pecho del chico. En un instante, bajo ambas manos de Fao comenzó a salir un destello de varios colores. La luz era intensa, tan intensa que segó a ambos chicos durante un momento. Cuando la noche volvió a su oscuridad habitual, Clem estaba totalmente repuesto, aunque algo mareado, pero su cabeza ya no sangraba ni le dolía.

Vaya… ese ha sido un buen golpe… –Se incorporó Clem con voz débil, mientras miraba a su alrededor. –Tú no habías ido acaso con el primer grupo de ladrones??... –Dijo a Rot, tocándose la cabeza y poniéndose de pié. – No importa, luego nos lo explicarás. Vamos Fao… Rot… –Dijo mirando a ambos. Ya es hora de irnos… Si la batalla termina, no tendremos posibilidad alguna de cruzar el paso de Laguerin.

­­­­

Que rápido te has repuesto… –Dij­­­o Rot sonr­iendo.

No hay tiempo que perder. Fao, haz el escondite del que hablamos. –Ordenó Clem.

Esto… no puedo hacer eso Clem. –Dijo Fao con la voz tenue.

Que??!! –exclamaron impresionados Rot y Clem a la vez.

He ocupado lo último de energía que me quedaba para curarte… –Explicó Fao. –No puedo hacer el muro de invisibilidad ahora…

Pues bien… movámonos de aquí entonces. Ya hemos llamado lo suficiente la atención. –Dijo Rot adelantándose a gran velocidad. –Podemos rodear la batalla. Puedo lanzar un hechizo que nos haga invisibles durante el tiempo neces…

De un momento a otro, Rot salió despedido hacia atrás a una velocidad increíble hasta chocar violentamente con el grueso tronco de un árbol. Pero más raro que eso aun, fue que, luego de chocar, no cayó al suelo, si no que quedó suspendido en el aire, con la espalda pegada al árbol.

De detrás de unos arbustos altos apareció, sin ocupar ningún tipo de magia, un anciano alto y delgado. De su mentón salía una barba color negro, que le llegaba hasta donde le terminaba el cuello y vestía con una camisa bordada con el sello de la guardia real en el pecho. En la mano derecha llevaba un bastón largo con el que apuntaba a Rotieg, quien se revolcaba en el aire y se tomaba el cuello como si o estuviesen ahorcando.

A Clem se le ocurrió una idea. Los guerreros, antes de ir a luchar cuerpo a cuerpo, habían lanzado flechas, lo que significaba que por ahí cerca tenía que haber algún arco. Comenzó a mirar en todas direcciones buscando, mientras el mago se acercaba caminando hacia Rot y recitando algo en voz baja.

Se percató de que, a unos cuantos pasos de él, había un arco botado y, en dirección contraria, habían dos flechas enterradas de punta en el suelo, las que no habían alcanzado a ser disparadas hacía un momento.

Con una seña, Clem le dijo a Fao que le pasara esas flechas, mientras él comenzaba a moverse lenta y sigilosamente hacia el arco que acababa e ver. Lo tomó. Miró a Fao, quien ya tenía una de las flechas en la mano. Le hizo un gesto para que se la lanzara y ella hizo lo que le pedían. “Espero que Rot Reaccione a tiempo…” pensó Clem.

Atajó la flecha con la mano antes de que cayera al suelo, cargó el arco, lo tensó y apuntó.

Eh, anciano!!! –Gritó Clem delatándose.

El mago miró a Clem y éste soltó la flecha. Con un rápido movimiento, el atacante apuntó con su bastón hacia Clem y la flecha quedó suspendida en le aire, para luego girar hacia Clem.

Es lo peor que podrías haber hecho, muchacho… -Dijo el viejo, mientras sostenía la flecha en el aire apuntándola con su bastón.

IG… NIS!! –Se escuchó la voz tenue de Rotieg. El chico estaba a duras penas de pié. Tenía ambos brazos cruzados sobre a su cabeza y, en un instante, apareció frente a su pecho una esfera de fuego tan ancha como el cuerpo de Rot.

El anciano mago miró a Rot, pero ya era demasiado tarde. Caidare estiró sus brazos hacia adelante tan rápido como le permitieron sus reflejos, haciendo que la ardiente esfera de fuego saliera despedida a gran velocidad, para luego chocar con su objetivo. Cuando el anciano fue alcanzado por la esfera, ésta explotó en llamas, quemando al mago vivo.

FLAGRARE!!... FLAGRARE!!–Gritó Rotieg, haciendo que las llamas aumentaran su tamaño y temperatura a niveles altísimos. Al contrario de lo que pensaban Fao y Clem en ese momento, no lo hacía por la influencia de sus emociones. Lo hacía para que la agonía del anciano fuera lo más corta posible.

Fao estaba congelada. Perpleja. Jamás en su vida había visto una matanza tan cruel... Tan despiadada. Ahora comprendía por qué los ancianos de la ciudad sobre las nubes le decían que los humanos eran malos y tenían sus almas sucias. Realmente eran capaces de todo…

Estás bien Rot??!! –Preguntó Clem al mago mientras corría hacia él.

Si… solo que me pilló de sorpresa. –Respondió Caidare con la voz algo ronca.

Vamos!! Debemos salir rápido de acá. –Se apresuró en decir Clem. –Sin el escondite de Fao somos completamente vulnerables.

No hay otra escapatoria, tendremos que pasar por la batalla… –Dijo resignada, pero apresuradamente Rotieg.

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Como siempre les digo cuando termino un capitulo, espero que les haya gustado mucho…

Quiero que sepan que el resto de la historia, al menos de la primera parte, ya está escrito. No es por flojera. Voy a esperar a que la mayoría termine de leer este capitulo para subir el 13 o 12b XD!

Como siempre, les pido lo mismo que si encuentran errores de concordancia, por favor háganmelos saber. Para poder así corregir el texto.

Cuídense mucho & keep on reading.

See ya

Lothar_Daisuke