5 de octubre de 2007

Fao y Clem (Capitulo 12)

Mode:.:I Should be studing...:.
Escuchando:.:HIM - The beginning of the end:.

Hola gente!!! Tanto tiempo, no?? La verdad es que les debo una disculpa doble. Prometí subir el capitulo 12 lo antes posible en agosto. Estamos a octubre y recién lo estoy publicando…

Lo otro por lo que debo pedirles disculpas (bueno… no sé si realmente disculpas), es por hacer que la primera parte del libro durara 13 capítulos en lugar de 12. lo que pasa es que llevo ya 16 páginas escritas desde el capitulo 11, y eso es mucho para leer de una sola tirada frente al monitor del pc… además, me gusta crear esa expectación e intriga con la que quedan cuando terminan de leer un capitulo… esa es la parte cuando ustedes piden más y más. Jejeje…

A mi gusto, está quedando bastante bueno. Espero que no me vean como sobrado, pero es que de verdad que a mi me gustó bastante… y espero que les guste muchísimo a ustedes también ^^

Let’s read!!!

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Bhorad y Rotieg se dirigieron en silencio hacia la choza donde habían dormido la noche anterior. El silencio reinaba ahí dentro.

¿Sabes luchar, chiquillo? –Preguntó Bhorad rompiendo el silencio que ya se hacía incómodo. –Supongo que esa magia tuya no sirve tan solo para cocinar…

Por supuesto que sé luchar! Vengo de la academia de magos… –Respondió Rot extrañado.

Pues bien, comienza a preparar tus cosas y a repasar tus hechizos. –Dijo Bhorad. –Eres el único mago que hay en la ciudad, por lo que eres el único que puede luchar contra los magos del ejército.

Rot quedó congelado. Era claro que sabía luchar utilizando la magia, pero estaban hablando sobre pelear contra los magos del ejército real. Eran personas con muchísima más experiencia que él y, por lo tanto, no había punto de comparación entre su poder y el de los profesionales.

Pero Bhorad… yo soy solo un novato en comparación con ellos. –Dijo Rot con la voz temblorosa.

Bueno, entonces tienes un día y media noche para hacerte tan poderoso como ellos. –Respondió Bhorad a sabiendas de que lo que pedía era imposible.

Rot se dirigió de inmediato hacia donde se encontraba su morral con sus libros de magia, maldiciendo entre dientes al aire, y comenzó a leerlos.


Fao seguía abrazada a Clem. Llorando con la cara apoyada en su pecho. La multitud ya se había disipado y no había una sola persona en la calle.

Vamos Fao. No me gusta este pueblo… y mucho menos sus calles. –Dijo Clem Separándola de su pecho. –Debemos idear un plan para poder pasar a Dráerus mientras se libra esa batalla.

Caminaron de vuelta a la cabaña de Bhorad. Cuando pasaban por frente a alguna ventana, esta era bruscamente cerrada desde adentro. Las madres escondían a sus desnutridos hijos en las casas, mientras que en otras, cuando pasaban los jóvenes, los insultaban o desenfundaban sus armas, atentos a cualquier movimiento brusco de ellos.

Clem sentía una ira enorme. Le daba rabia que la gente se dejara llevar por historias populares sin tener ellos idea alguna sobre la naturaleza, las ideas y el comportamiento de Fao.

Fao, por su parte, solo sentía pena. Pena por cada una de las personas que la habían obligado a matar. Pena por cada uno de aquellos que la habían condenado a luchar en una batalla que no tendría porqué librarse. Sentía pena porque esas personas no pensaban con el corazón, ni con la cabeza, ni con el alma, sino que eran impulsados únicamente por la necesidad de comer. Sentía pena por el destino que le había tocado seguir.

Al fin llegaron a la choza. Adentro se encontraron con un atareado espadachín haciendo un fuego para cocinar el almuerzo y con un aplicado mago estudiando hechizos de su libro azul.

Bhorad pidió a Rot que le pasara las provisiones, éste accedió haciendo aparecer la misma caja sellada que había hecho aparecer la noche anterior. Bhorad cocinó y comieron en abundancia, pero en silencio.

Cuando terminaron de comer, Bhorad dijo la primera palabra que habían escuchado esas paredes desde que mandó a Rot a estudiar sus hechizos.

Chicos, tengo algo que decirles. –Dijo Bhorad con un aire de preocupación. –Les contaré algo que, con seguridad, les servirá de mucho.

–En el reino de Dráerus, nada es realmente lo que parece. Desde tiempos inmemorables, la armada de ese reino se ha compuesto de esbirros, gente que debería estar muerta, pero que ha sido transformada por alquimistas y magos en criaturas horrendas. Quiero que les quede muy claro esto: esas cosas NO TIENEN ALMA. –Dijo Bhorad pausada y claramente. –Si se topan con algún esbirro allá en Dráerus, sólo tendrán dos opciones: matarlo o correr y perderlo… Les recomiendo la opción de matarlo, pues, si se da la alarma en Dráerus de que hay intrusos del reino de Aigus, tengan por seguro que estarán muertos antes de que puedan ver el sol nuevamente. O peor aun, los transformarán en esbirros y se condenarán a servir a Dráerus y a vivir entre las sombras y el frío durante el resto la eternidad… o hasta que se les de muerte en alguna batalla, que es lo mejor que les podría pasar en ese caso.

Clem… –Continuó Bhorad. –Hay algo que debes saber. Tu hermano, si es que no murió en la batalla, que es lo más probable, es ahora un esbirro de Dráerus. Si te llegaras a encontrar con él, no dudes en darle muerte, pues te aseguro que es el mayor favor que podrías hacerle.

Estás pidiéndome que mate a mi propio hermano?? Debes de estar loco… –Dijo Clem sin terminar de creer lo que acababa de oír. –Jamás podría…

Lo supuse… –Respondió el ex guardia real. –Lo tendré que hacer yo mismo.

Ni lo intentes… –Dijo Clem con tono amenazador.

Piénsalo bien Clem… Sé que lo entenderás. –Terminó Bhorad mientras se levantaba de su asiento. –Los veré cuando caiga la noche. Hagan lo que quieran ahora… este ya no es más mi hogar. De hecho, nunca lo fue. –Esas fueron las últimas palabras que oyeron de Bhorad antes de salir de la casa.

Así transcurrió el tiempo. Mientras Rot repasaba hechizos, hacía esferas de fuego, manipulaba columnas de agua y hacía pequeños torbellinos invocándolos con palabras en un idioma desconocido para Fao y para Clem, estos dos últimos ideaban un plan para lograr escapar hacia Dráerus.

Bien, Repasémoslo una vez más. –Dijo Clem con un trozo de carbón en la mano y la mesa rayada por todos lados. –Cuando la batalla comience, Rot hará estallar una luz que dejará a todos ciegos por unos instantes. Que harás tú entonces?? –Preguntó Clem a Fao.

Un escondite con esferas de Lanz lo suficientemente grande como para los tres, me esconderé en él mientras Rot y tú defienden el exterior y nos moveremos sin hacer ruido hasta una distancia considerable de la batalla. –Dijo Fao ya aburrida de repetirlo. –Luego…

Omite lo que viene luego. –Interrumpió Clem. –Acabo de darme cuenta de que, si no conocemos el terreno, es difícil hacer un plan a partir de ese punto. Creo que tendremos que improvisar.

No me gusta mucho esa idea Clem… -Dijo Rotieg. –Podríamos quedar en medio de la batalla y esa idea, definitivamente, no me agrada.

Tienes algún plan?? –Preguntó Fao.

No… De tener uno, no crees que lo hubiese mencionado ya? –Respondió el mago.

El silencio reinó otra vez en la choza. A medida que transcurría el tiempo, el pueblo comenzaba a llenarse con un murmullo. Al caer la noche, la calle principal era un mar de antorchas y brillos de espadas. Algunos todavía terminaban de hacer flechas, mientras que otros bebían algo que los tres jóvenes desconocían, pero que definitivamente hacía a la gente entrar en un estado de euforia total.

De pronto, la ciudad de las mentiras se había transformado en un mar de demonios sujetando antorchas, espadas, arcos, dagas, mazas… toda persona que pudiese tensar un arco o levantar una porra o espada iría a la batalla. Algunos lloraban, mientras que a otros se les notaba el gusto por la guerra en la sonrisa maquiavélica que ostentaban.

A Clem le sudaban las manos y Rotieg temblaba de sólo pensar en que tendría que defenderse de los embistes de los hechizos de los magos de la guardia real.

De entre la multitud apareció, una vez más, Garfem. Subió al improvisado escenario y comenzó a hablar.

Ya todos sabemos lo que nos toca hacer… -Se dirigió hacia la muchedumbre. –Ésta noche, amigos, tendremos nuestra venganza!!! Como ya saben, irá adelante el grupo de los más ágiles, luego, cuando estén bien resguardados, bañaremos su campamento con flechas y, al final, entrarán los combatientes directos a luchar cuerpo a cuerpo… eso es por si a alguien le ha quedado alguna duda. TOMENLO TODO Y NO DEJEN HOMBRE EN PIE!!!–Cuando Garfem terminó de decir esto, el primer grupo se encaminó hacia la puerta del pueblo, dispuesto a dispersarse entre los árboles.

El plan consistía en lo siguiente: Un grupo de la gente más ágil y hábil en los hurtos, se escabulliría por entre las tiendas recolectando la mayor cantidad de armas posibles y matando sigilosamente a los guardias de turno. Si eran descubiertos, los ladrones darían una señal de alarma, a la que los arqueros soltarían sus flechas antes de tiempo. La idea era no perder la sorpresa del ataque. De lo contrario, si lograban recolectar exitosamente las armas y las municiones de la guardia real para esconderlas bien amarradas, se escabullirían en el pueblo para luego atacar por la espalda al batallón real cuando estén luchando con el resto de la ciudad de las mentiras. Como estarían sin armaduras y sin muchas armas disponibles, la victoria era posible. Pero hubo algo esa noche… algo que nadie se esperaba.

Mientras la gente se encaminaba a la salida principal, Rotieg libraba una lucha interior. Era gente pobre, casi sin armas y débil, por lo que tenían muy pocas posibilidades de llevar a cabo un movimiento tan arriesgado y que necesitaba de tanta precisión y exactitud. Rápidamente fue corriendo hacia la puerta principal antes de que saliera el ejército de ladrones y se paró obstruyendo el paso.

Tengo una mejor idea!! –Vociferó el joven mago. Luego se agachó y recogió una piedra del suelo. –Señor Garfem... como ya bien sabe, soy mago recién graduado del instituto de artes mágicas de la capital… tome esta piedra. –Dijo Rotieg envolviéndola con su mano y haciéndola brillar con un destello anaranjado.

Que te traes entre manos, chico? –Preguntó Garfem con su armadura brillando a la luz de las antorchas.

Verá… Usted debe conservar esta piedra. Yo iré con el primer grupo de asalto… –Comenzó a explicar el joven a Garfem.

Estaban escondidos en el bosque. En el pueblo fronterizo de Laguerin se veía como una a una se apagaban las antorchas y las luces de las tiendas se iban desvaneciendo poco a poco. Sólo quedaban algunos fuegos encendidos y uno que otro guardia haciendo rondas de rutina por la ciudadela.

Escúchenme muy atentamente… –Comenzó a explicar Rot. –Necesito que todos me traigan algún objeto que mantengan constantemente pegado a su piel. Necesito que sea algo sólido y macizo.

Y para que nos pides eso?? –Preguntó uno de los ladrones.

Sólo hazlo! –Gritó en susurros Rot.

En poco rato, Rot tenía frente a él una colección de anillos, collares, aros, pulseras, y todo tipo de accesorios. Se sacó la chaqueta que llevaba puesta y los colocó todos sobre ésta. Luego, sacó una pequeña botella de color verde de su morral, puso una gota de su contenido sobre cada uno de los objetos, cerró los ojos y comenzó a recitar.

Hago un llamado a cada fracción de la materia,
Un llamado a cada ínfima parte de la creación,
desciende el vacío hasta la oscuridad inalcanzable,
de la luz hacia lo obscuro y que "la nada" hable...

Rotieg abrió los ojos súbitamente, mirando hacia abajo con los ojos destellando una tenue luz blanca. De un momento a otro, de cada accesorio que tenía frente a él, comenzaron a salir chispas azules, las que ascendían lentamente hasta llegar a un palo que sujetaba Rot con su mano izquierda, de manera horizontal, sobre los objetos.

SCUTUM EX UMBRA!!

Los anillos, collares, pulseras, y demás objetos se tornaron de color rojo intenso antes de apagarse. Rot se levantó y se dirigió a su impresionado público.

Ahora, a partir del momento en que el objeto que me pasaron toque su piel, ustedes serán invisibles a la vista, pero tengan cuidado, pues seguirán oliendo como siempre y, si hacen ruido, los oirán de todas maneras. También podrán verse, aunque de manera difusa, entre ustedes. –Explicó Caidare a los ladrones. –Pero sean precavidos, pues cuando el objeto deje de tocar su piel, este perderá todas sus propiedades mágicas, volverá a ser como era antes y ustedes quedarán totalmente vulnerables a la vista… perderán todo el poder que les he entregado.

Todos comenzaron a tomar, con suma cautela, los objetos que habían sido hechizados por el joven mago. Uno a uno comenzaron a desaparecer, dejando sus huellas como única evidencia de su existencia. Un murmullo nervioso comenzó a llenar el aire. Ahora tenían la ventaja de la sorpresa en sus manos.

Rotieg, antes de seguir a la masa de huellas, se colocó una gota de líquido verde en la frente, levantó su mano apuntando con su palma hacia el cielo y empuñó la mano de manera violenta, desapareciendo lentamente. Comenzando desde su puño hasta llegar a sus pies. Luego, sus huellas se perdieron en la oscuridad junto con las demás.

Mientras, Clem y Fao se mantenían en el grupo de Garfem. Apenas los invisibles ladrones desaparecieron de la vista de los demás combatientes, comenzaron los preparativos para asaltar a la desprevenida guardia real. Todos, incluyendo a Clem, fueron equipados con arcos, muy mal hechos y de poca potencia, pero eran arcos y, lo que más importaba, funcionaban. La ciudad de las mentiras se dispersó por el bosque y, uno a uno, fueron tomando posición lo más cerca posible del campamento. Si lograban quedar al borde del bosque, las flechas alcanzarían a llegar sin mayor problema a las tiendas de donde iban a salir los soldados.

Garfem esperaba impaciente mientras miraba la piedra que le había pasado Rotieg. A la primera flecha que volara, la cual iba a ser disparada por Garfem al recibir la señal de Caidare, los demás dejarían caer una lluvia de flechas sobre el campamento.

Esperaron. A cada segundo, el aire se hacía más tenso. No veían acción en la ciudad, lo que por un lado indicaba que los del primer grupo no habían sido descubiertos todavía., pero a la vez, hacía crecer la expectación y el nerviosismo entre los hombres.

De un momento a otro, la piedra que sostenía Garfem en su mano derecha se comenzó a tornar roja y poco a poco fue derritiéndose hasta escabullirse completamente por entre los dedos del Jefe de los bandidos. Era la señal.

–Es el momento… -Dijo Garfem al hombre que tenía al lado. Tensó su arco y, junto con él, comenzaron a tensar sus armas los hombres que estaban a sus costados. Contó hasta diez antes de soltar la flecha, para que todos se terminaran de percatar que la batalla estaba por empezar.

Una flecha voló y, detrás de ella, otro centenar de proyectiles salía despedido por los aires.

Fao se tapó la cara y se puso a llorar. No quería que eso sucediera. Los gritos comenzaron a llenar la noche. Gritos de dolor, miedo y alarma saturaron los oídos de la chica. Las imágenes de la gente muriendo mientras dormían. El olor a sangre. Todas esas presencias desapareciendo y elevándose hacia la noche. Pero había algo que la asustaba más que eso aun. Era esa presencia. Ese aterrador ser que habían visto hacía días atrás estaba ahí. Era Casiél.

Clem… Casiél está aquí. Lo puedo sentir. Y lo peor es que sé que él puede sentirme también. –Dijo Fao entre sollozos. Estaba tan asustada que no reaccionaba siquiera a moverse.

Vamos Fao… tenemos que escapar de aquí. Ya no tardará en empezar la batalla cuerpo a cuerpo. –Dijo Clem jalándola del brazo y llevándola hacia la parte de atrás del disperso batallón.

Todo se desenvolvía a una velocidad increíble. Acababan de lanzar la tercera lluvia de flechas, cuando al menos unos cincuenta hombres se comenzaban a acercar, corriendo sólo con garrotes, escudos, espadas y una que otra lanza. El plan había dado resultado. Había, incluso, hombres que venían con el torso descubierto y una espada corta en una mano.

Garfem ordenó lanzar el último grupo de flechas antes de que la batalla comenzara de verdad. Las condiciones eran iguales; las armas no podían hacer la diferencia. Solo la habilidad importaba ahora.

A un grito estruendoso de Garfem, todos los arqueros se transformaron, como por arte de magia, en espadachines y emergieron del bosque, furiosos, como una ola que entra en la arena con toda la fuerza del mar.

No se muevan!! Piensan que soy estúpido? Ustedes vienen conmigo!! –Gritó Garfem mirando hacia atrás.

Corre Fao!!! –Gritó Clem mientras tomaba la muñeca de la chica y comenzaba a correr. No habían dado más de cinco pasos, cuando una flecha se clavó justo al lado de él en un árbol.

He dicho que se no se muevan!! –Gritó Garfem mientras Clem quedaba congelado. –No me gusta la idea de llevar mocosos a la batalla… si quieres vete, pero la chica se queda aquí.

A Clem le faltaban las palabras para expresar toda la ira que contenía en ese momento. Se quedaron quietos mirándolo. Mientras, Garfem se acercaba a paso rápido apuntándolos con una aguzada flecha.

Espero que hoy mueras y te pudras en el infierno Garfem… -Dijo Clem con los ojos llenos de rabia.

Yo ya he estado en el infierno muchacho, y es un lugar que siquiera puedes imaginar. Se llama Dráerus. –Dijo Garfem mientras se acercaba a ellos. Llegó a su lado y bajó el arco para empuñar la gran espada que tría colgando de su cintura. –Vamos pequeña… tienes trabajo que hacer. –Le dijo a Fao tomándola fuertemente de un brazo y lanzándola al suelo. –Y tú, muchacho, serás mi seguro en caso de que a tu amiga se le ocurra traicionarnos… –Dijo, mientras golpeaba a Clem en la cabeza con la cacha de su espada. Clem sintió el golpe. Todo se veía borroso y los sonidos se escuchaban difusos. El tiempo se detuvo y lo último que logró escuchar fue a Fao gritando su nombre, mientras veía que la silueta de su pelo dorado caía sobre él.

El muchacho cayó aturdido al suelo. El gigante sacó a Fao de encima de Clem y lo subió a uno de sus hombros. Igual como se hacía con los sacos en las cosechas.

Camina chiquilla… prefiero seguir siendo gentil con tu amigo. No me gusta hacer daño, sabes? –Dijo Garfem de manera sarcástica.

A Fao no le quedaban alternativas. Ayudaba a Garfem, o Clem moría.

Comenzaron a caminar hacia el campo de batalla. Cuando llegaron a la planicie, ambas tropas estaban a poca distancia de chocar. Fao veía cómo las espadas de los ladrones se elevaban y las lanzas de los soldados embestían contra ellos. La colisión fue monumental. Decenas de hombres murieron en un abrir y cerrar de ojos.

Fao comenzó a invocar esferas de Lanz. Las lágrimas rodaban hasta su boca una tras otra. De un momento a otro, siete esferas de Lanz flotaban alrededor de Fao, quien mantenía ambos brazos apuntando hacia el cielo. Cuando terminó de invocar la octava, éstas tomaron posición un poco más delante que ellos y comenzaron a formar una línea se extendía alrededor de cuarenta o cincuenta pasos a lo largo. Fao Bajó los brazos con las palmas apuntando hacia abajo, a lo que las esferas se enterraron en el suelo. Luego, Fao adelantó las manos como estuviese empujando algo, hasta dejarlas estiradas por completo, a lo que las esferas de Lanz respondieron adelantándose con la velocidad y el estruendo de un río caudaloso, agrietando levemente la tierra hasta llegar al lugar de la batalla. Cuando se hallaron justo debajo del escuadrón enemigo, Fao colocó sus manos abiertas a la altura de su cintura, con sus palmas apuntando hacia el cielo, para luego levantarlas violentamente. Bastó éste movimiento para que una explosión recorriera el seno se la formación de guardias, matando a decenas de hombres a la vez. Fao se arrodilló, miró hacia el cielo despejado y lanzó un fuerte grito de dolor al aire. Jamás en su vida había acabado con una vida y ahora, en cuestión de segundos, había sido el verdugo de todas esas personas que merecían vivir.

Ajajajaja!!! –Rió el enorme hombre. –Perfecto!! Hazlo otra vez!! Quero ver ese ejercito muerto!!! –Gritaba Garfem a sus espaldas. Clem yacía inconsciente, en el suelo y con la cabeza sangrando.

–Vamos perra!! Levántate y lanza ese hechizo otra vez!! Quiero ver como esos malditos sufren!! –Gritaba el eufórico Garfem tomando su gran espada con una sola mano, mientras tomaba a Fao del pelo. Su cara se había desfigurado completamente y ya no parecía el Garfem que Fao conoció. Ahora parecía un completo demente.

CONCITATUS SOMNIS!!

Al escucharse en la noche estas palabras, el eufórico gigante se tambaleó bastante aturdido, pero no alcanzó a perder el equilibrio.

Que fue eso!! –Dijo Garfem confundido. –Muéstrate y lucha de frente, cobarde!! –Bramó tambaleándose aún.

SUBITUS CONCUTIO!!

Esta vez, el gigante levantó los ojos hasta dejarlos en blanco y cayó hacia atrás, encima de Clem. Fao se dio cuenta de que se trataba de Rot.

Rot!! Donde estás!!? –Preguntó llorando con desesperación.

Aquí… –Dijo el joven mago mientras aparecía. Comenzó desde los pies y lo último que apareció fue su mano empuñada, mientras que de su frente salía, desvaneciéndose en el aire, una pequeña columna de humo verde. –Vamos Fao. Ahora es el momento… que haces ahí!! Muévete!! –Gritó tomando a Clem, subiéndolo a su hombro tal y como lo había tomado Garfem y comenzando a avanzar hacia el bosque. Debemos curarlo, o por lo menos, hacer que despierte.

Se dirigieron de vuelta al bosque. Cuando llegaron a la protección de los árboles, Caidare dejó al desfallecido Clem en el suelo.

Rápido! Necesitamos que despierte! –Dijo Rot y estiró su mano hacia delante. –Tertia Capsa! –Al momento apareció el torbellino de colores. Cuando éste desapareció, dejó en su lugar una caja con las mismas características de la que había hecho aparecer en la ciudad de las mentiras. –Ostendo Contineo! –Dijo, y la caja se abrió, dejando al descubierto un sinnúmero de botellas de variados colores. Cogió una que contenía un líquido incoloro, quitó el corcho que tapaba el orificio, y le pidió a Fao que le abriera la boca a Clem. Fao hizo lo que le pidieron y Rot vertió un pequeño chorro del líquido dentro de la boca del joven. Al momento, Clem abrió los ojos y quiso sentarse, pero Rot lo tomó de los hombros y se lo impidió.

Quieto Clem… aun no terminamos de curarte. –Dijo Rot dejando la pequeña botella nuevamente en la caja y poniéndose de pié. –Contego Contineo! – la tapa de la caja subió por sí sola y se selló nuevamente. –Celare Capsa! –Recitó el joven mago. Unos segundos después, la caja se había desvanecido debajo del pequeño torbellino de colores.

–Rápido Fao! Cura sus heridas! –Ordenó Rotieg.

Fao tomó la cabeza del aun aturdido Clem por la nuca, poniendo su otra mano en el pecho del chico. En un instante, bajo ambas manos de Fao comenzó a salir un destello de varios colores. La luz era intensa, tan intensa que segó a ambos chicos durante un momento. Cuando la noche volvió a su oscuridad habitual, Clem estaba totalmente repuesto, aunque algo mareado, pero su cabeza ya no sangraba ni le dolía.

Vaya… ese ha sido un buen golpe… –Se incorporó Clem con voz débil, mientras miraba a su alrededor. –Tú no habías ido acaso con el primer grupo de ladrones??... –Dijo a Rot, tocándose la cabeza y poniéndose de pié. – No importa, luego nos lo explicarás. Vamos Fao… Rot… –Dijo mirando a ambos. Ya es hora de irnos… Si la batalla termina, no tendremos posibilidad alguna de cruzar el paso de Laguerin.

­­­­

Que rápido te has repuesto… –Dij­­­o Rot sonr­iendo.

No hay tiempo que perder. Fao, haz el escondite del que hablamos. –Ordenó Clem.

Esto… no puedo hacer eso Clem. –Dijo Fao con la voz tenue.

Que??!! –exclamaron impresionados Rot y Clem a la vez.

He ocupado lo último de energía que me quedaba para curarte… –Explicó Fao. –No puedo hacer el muro de invisibilidad ahora…

Pues bien… movámonos de aquí entonces. Ya hemos llamado lo suficiente la atención. –Dijo Rot adelantándose a gran velocidad. –Podemos rodear la batalla. Puedo lanzar un hechizo que nos haga invisibles durante el tiempo neces…

De un momento a otro, Rot salió despedido hacia atrás a una velocidad increíble hasta chocar violentamente con el grueso tronco de un árbol. Pero más raro que eso aun, fue que, luego de chocar, no cayó al suelo, si no que quedó suspendido en el aire, con la espalda pegada al árbol.

De detrás de unos arbustos altos apareció, sin ocupar ningún tipo de magia, un anciano alto y delgado. De su mentón salía una barba color negro, que le llegaba hasta donde le terminaba el cuello y vestía con una camisa bordada con el sello de la guardia real en el pecho. En la mano derecha llevaba un bastón largo con el que apuntaba a Rotieg, quien se revolcaba en el aire y se tomaba el cuello como si o estuviesen ahorcando.

A Clem se le ocurrió una idea. Los guerreros, antes de ir a luchar cuerpo a cuerpo, habían lanzado flechas, lo que significaba que por ahí cerca tenía que haber algún arco. Comenzó a mirar en todas direcciones buscando, mientras el mago se acercaba caminando hacia Rot y recitando algo en voz baja.

Se percató de que, a unos cuantos pasos de él, había un arco botado y, en dirección contraria, habían dos flechas enterradas de punta en el suelo, las que no habían alcanzado a ser disparadas hacía un momento.

Con una seña, Clem le dijo a Fao que le pasara esas flechas, mientras él comenzaba a moverse lenta y sigilosamente hacia el arco que acababa e ver. Lo tomó. Miró a Fao, quien ya tenía una de las flechas en la mano. Le hizo un gesto para que se la lanzara y ella hizo lo que le pedían. “Espero que Rot Reaccione a tiempo…” pensó Clem.

Atajó la flecha con la mano antes de que cayera al suelo, cargó el arco, lo tensó y apuntó.

Eh, anciano!!! –Gritó Clem delatándose.

El mago miró a Clem y éste soltó la flecha. Con un rápido movimiento, el atacante apuntó con su bastón hacia Clem y la flecha quedó suspendida en le aire, para luego girar hacia Clem.

Es lo peor que podrías haber hecho, muchacho… -Dijo el viejo, mientras sostenía la flecha en el aire apuntándola con su bastón.

IG… NIS!! –Se escuchó la voz tenue de Rotieg. El chico estaba a duras penas de pié. Tenía ambos brazos cruzados sobre a su cabeza y, en un instante, apareció frente a su pecho una esfera de fuego tan ancha como el cuerpo de Rot.

El anciano mago miró a Rot, pero ya era demasiado tarde. Caidare estiró sus brazos hacia adelante tan rápido como le permitieron sus reflejos, haciendo que la ardiente esfera de fuego saliera despedida a gran velocidad, para luego chocar con su objetivo. Cuando el anciano fue alcanzado por la esfera, ésta explotó en llamas, quemando al mago vivo.

FLAGRARE!!... FLAGRARE!!–Gritó Rotieg, haciendo que las llamas aumentaran su tamaño y temperatura a niveles altísimos. Al contrario de lo que pensaban Fao y Clem en ese momento, no lo hacía por la influencia de sus emociones. Lo hacía para que la agonía del anciano fuera lo más corta posible.

Fao estaba congelada. Perpleja. Jamás en su vida había visto una matanza tan cruel... Tan despiadada. Ahora comprendía por qué los ancianos de la ciudad sobre las nubes le decían que los humanos eran malos y tenían sus almas sucias. Realmente eran capaces de todo…

Estás bien Rot??!! –Preguntó Clem al mago mientras corría hacia él.

Si… solo que me pilló de sorpresa. –Respondió Caidare con la voz algo ronca.

Vamos!! Debemos salir rápido de acá. –Se apresuró en decir Clem. –Sin el escondite de Fao somos completamente vulnerables.

No hay otra escapatoria, tendremos que pasar por la batalla… –Dijo resignada, pero apresuradamente Rotieg.

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Como siempre les digo cuando termino un capitulo, espero que les haya gustado mucho…

Quiero que sepan que el resto de la historia, al menos de la primera parte, ya está escrito. No es por flojera. Voy a esperar a que la mayoría termine de leer este capitulo para subir el 13 o 12b XD!

Como siempre, les pido lo mismo que si encuentran errores de concordancia, por favor háganmelos saber. Para poder así corregir el texto.

Cuídense mucho & keep on reading.

See ya

Lothar_Daisuke

2 comentarios:

Anónimo dijo...

se esperarà un poko màs tonce...

ahhwgggg!!!! kede ma intrigao k la xuxa...

nus vimo perro...

Anónimo dijo...

Wooooooooooo!!

Buena, buena, buena... me demoré caleta en leer, por eso mis disculpas, pero wow! que valió la pena la espera.

Me gusta que cada vez estás escribiendo mejor y tu prosa se vuelve más interesante y refinada por cada capítulo.

Gracias por esto muchacho, me agrada, y me agrada mucho. Espero con ansias el siguiente capítulo.

Muchos cariños,
Narkito.

PS: Molèstame para que siga escribiendo en Korsakov, necesito "n" elevado al cubo de de motivación (e ingenio).